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Jorge Fucile es un jugador discreto. Pero eso da lo mismo. No es el tema en cuestión. Se comió un túnel de Jorge Valdivia que será recordado por mucho tiempo. Pero eso da lo mismo. Mauricio Isla lo dejó loco, devorándose la banda derecha, esa que el oriental debía custodiar. El Huaso convirtió el único gol del partido. Pero de eso no se habla. Da lo mismo. Pasó. Ya fue.

Jorge Fucile fue expulsado en el partido del 24 de junio entre Chile y Uruguay por los cuartos de final de la Copa América. Le pegó una patada criminal a Alexis Sánchez, propia de una tarjeta roja en cualquier cancha del mundo. Pero eso ya fue. Es historia añeja. La Roja ganó ese partido, fue más que la Celeste, aunque la mayoría de los jugadores del cuadro eliminado no lo quieran reconocer aún. Ya pasó. Fue.

Jorge Fucile trató a Alexis Sánchez de enfermo mental por no saltar ante la patada artera que le lanzó. No dijo que estuvo mal en agredir a un rival. Ni que fue bien expulsado por el juez Sandro Ricci. No. Dijo que el delantero chileno era un enfermo mental por seguir encarando y no saltar. Una falta de respeto, insidiosa, mala leche y discriminatoria. No vale la pena detenerse mucho en ese punto.

Jorge Fucile hizo lo mismo que hacen muchos que pierden. Acá en Chile también ha ocurrido. En todos lados. Convertir la derrota en mito. En leyenda. En esa historia incomprobable a la que quienes pierden suelen aferrarse, como tabla de salvación. Si me cobran ese penal. Si no me expulsan un jugador. Si no pega en el palo habríamos ganado. Quizás. Tal vez. Quién sabe.

Algunos se lo toman con humor. Divertido. Chistoso. No más que eso. Otros se molestan, se irritan, sacan la patria y lanzan las copas y títulos encima de la mesa.

Pero todo eso da lo mismo. Es lindo soñar y fantasear. Decía el gran Osvaldo Soriano que la verdad es estrecha y solo la fantasía es fecunda.

Pero no deja de ser eso. Una fantasía. Como la de Fucile. Chile ganó 1-0, pasó esa fase y todas las demás. Salió campeón.

Punto.