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La barra de Universidad de Chile se enfrentó con Carabineros, en Talca.

Vi, entre todas las imágenes de los incidentes en Talca, la de un seboso sin polera que se paseaba desafiante por el techo de los baños del estadio, hasta que un pergenio con la camiseta de Rangers salió a su encuentro. Se armó un remolino de gualetazos ordinarios que con piedad se puede llamar pelea. Así con el fútbol chileno cada fecha: hay que rezar para que un modesto partido de la Copa Chile no termine en escándalo, destrozos y heridos. La semana anterior en Sausalito asistimos a una verdadera riña carcelaria, donde pelotudos y guailones se perseguían con estoques en el mismo césped donde alguna vez jugara Garrincha, Pelé, Bobby Charlton, Florian Albert o Carlos Valderrama.

¿Qué son la barras bravas en definitiva? ¿Qué significa ese mamarracho violento que perpetran cada vez que pueden? Dejando de lado la estructura delictiva asociada al núcleo (extorsión, robos, tráfico, amenazas), queda muy claro lo abismante y desolador de su propuesta. Con el perdón de los antropólogos y sociólogos que ven un “significado” o “explicación” a este acoso inaguantable y permanente (además todo tiene un significado y una explicación y no por eso es legítimo), digo, con el perdón de estos académicos que ven “herramientas de cambio social” o “gritos de rebeldía popular” en los gualetazos de gordo en Talca o en los quiscasos de los flaitongos en Viña, lo único que se puede concluir del mamarracho es que se trata de llevar un lote de trapos, o lienzos, mugrientos, exhibirlos y esperar que los otros, que andan también con sus lienzos mugrientos, vengan a pelear. Entonces, el que junta más lienzos mugrientos de la contra (a los palos, a los estoques, a los piedrazos), gana y es más bacán, más choro, más parao, más pulento, más pasional, con más sentimiento, el más mejor, el rey, el King, el master, el mero mero…

Mientras, en la cancha, hay un grupo de idiotas que no entiende nada y pretende jugar un partido de fútbol. Así como en las gradas hay otro grupo de idiotas que, lo mismo, pretende mirar el partido y no se dan cuenta que el estadio es para ir a romperse la crisma por un trapo mugriento con los colores equivocados. 40 años yendo al fútbol para darme cuenta recién…

PD: No me vengan con la explicación de que “son pobres y hay que entenderlos”, como si ser pobre fuera una discapacidad o una condena a la imbecilidad…