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¿La U está en fase de conflicto o en fase terminal?

Ya hemos comentado anteriormente que cada equipo deportivo, al igual que sucede con las personas, pasa por distintas etapas. Algo parecido al ciclo vital. La diferencia es que las personas no pueden retroceder en ese ciclo. Un adulto no puede volver a la adolescencia, pero un equipo sí puede hacerlo. Y, aunque, en algún momento se vislumbró un avance en la “U”, da la sensación que finalmente retrocedió en su ciclo vital.

Hoy podemos establecer, de acuerdo a lo que se está observando, que la “U” se encuentra en una fase denominada de conflicto, muy lejos de etapas más avanzadas como la normalización o ejecución, en el que se encuentra, por ejemplo Universidad Católica. Porque nos da la sensación de que aquí no hubo conformación de equipo, sino que más bien simplemente un “grupo de deportistas”, es decir, una simple sumatoria de individuos con objetivos diversos y baja cohesión hacia la tarea.

En una etapa de conflicto se vislumbran varias cosas que ocurren actualmente en la “U”. Primero: difusión de roles en el liderazgo. El diagnóstico es que no hay aceptación de los líderes: ni del entrenador, ni del capitán de equipo, ni del liderazgo informal como son los jugadores más experimentados. Por otro lado el arquero Johnny Herrera cumpliendo funciones (¿roles?) que a lo mejor no le corresponderían de acuerdo a su estatus dentro del plantel, como ir a conversar con la barra o aconsejando al nuevo entrenador acerca de qué jugadores deben o no estar en el plantel. Es decir no queda claro quién o quiénes toman las decisiones futbolísticas e, incluso, quién toma las decisiones extrafutbolísiticas, ya que Beccacece señaló que la marginación de los jugadores tras el cumpleaños de Gonzalo Espinoza había sido una decisión dirigencial. Tal vez el único liderazgo que aparece más o menos delíneado es el del presidente Carlos Heller, quien asumió las decisiones con exposición pública.

Otra situación que se observa muy claramente es la dificultad en las relaciones interpersonales con jugadores rechazados “socialmente” por una parte del plantel y con abierta mala relación entre ellos. A lo anterior se le suman las luchas funcionales, es decir, los que juegan, los reservas, los no citados, también conocidos como los “cortados”.

También, ya comentado ampliamente, hay baja cohesión a la tarea y la inexistencia de sinergia deportiva. Puede que los objetivos deportivos hayan estado claros en algún momento, pero el plan de acción para plasmarlos no se ejecuta de manera eficaz. Acá puede existir un déficit comunicacional de quienes transmiten esto.

¿Qué soluciones puede haber frente a un equipo en "fase de conflicto”? Varias: cambio del líder o empoderamiento de los líderes reales. Reingenería, que es la técnica usada en el ámbito organizacional para reconfigurar el panorama total de una organización. Mucho trabajo de coaching que refocalice las energías y ponga el foco en los objetivos deportivos potenciando las habilidades existentes y trabajando en mejorar las debilidades. Dinámicas de fortalecimiento grupal e individual en temáticas como el manejo del estrés, aumento de la autoconfianza e inteligencia emocional, entre otras.

La fase de conflicto no es una fase terminal dentro del ciclo de un equipo deportivo, pero pudiera llegar a serlo cuando no se toman medidas, solo se observa lo que está sucediendo, se externalizan las causas de lo que está sucediendo (por ejemplo, decir que “el periodismo es el culpable”) y no se toma la decisión real de trabajar la “suma de todas las partes” que conforman este “grupo-equipo”.