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Este martes, en la previa del consejo donde se conocerá el resultado de la auditoria forense de la fallida administración de Sergio Jadue, el directorio de la ANFP y, fundamentalmente, los 32 clubes de primera A y B tendrán una nueva oportunidad para enmendar la horrorosa norma que obliga a las instituciones que ascienden desde la segunda división profesional a pagar la desorbitada suma de 50 mil unidades de fomento. La cita, con carácter de consejo extraordinario, tendrá como punto principal el Caso Valdivia.

Como sabemos al campeón de segunda se le acaba el tiempo para cancelar los mil trescientos millones de pesos y la ANFP sabe que tiene encima un tema político importante. El punto es cómo lo aborda. Hasta ahora Arturo Salah ha optado por el bajo perfil y analizar el asunto en privado. Pero la citación a este consejo revela un estado de preocupación mayor en Quilín respecto del asunto. La pregunta es quién le pone el cascabel al gato. ¿El directorio? ¿Los propios clubes? ¿Ambos? ¿Habrá rebaja? ¿Facilidades?

Por su errático, acomodaticio y narcisista actuar la mayoría de los clubes difícilmente empatizará con el pobre Valdivia cuyo único error fue cumplir una campaña que culminó con el título de la categoría. En que habrán estado pensando los jugadores del Calle Calle cuando golearon a La Pintana y lograron el ascenso. Para qué diablos se adjudicaron el torneo si en vez de celebrar se echaron encima un enorme problema. Hoy Valdivia todavía no tiene la plata para jugar el segundo semestre en Primera B.

Como si ganar fuese un castigo, una condena a competir en desventaja, los dirigentes del campeón sureño se quiebran la cabeza para conseguir el dinero. Afortunadamente, en el peor de los escenarios, los flujos del Canal del Fútbol y el hecho de que en los próximos dos años y medio no habrá descenso en Primera B le permitirían a Valdivia presentarse con cierta solvencia ante los bancos y negociar el crédito. Treinta meses de ingresos permanentes del CDF serían la tabla de salvación.

Lo impresentable, sin embargo, es que el 90% o más de ese dinero irá directo a las arcas de la ANFP. Será como pagar una franquicia, un derecho a llave que pondrá a Valdivia en una condición de evidente deterioro respecto de sus rivales. Mientras sus contendores usarán la plata de la televisión para financiar a sus planteles, el campeón de segunda deberá hacerlo únicamente por la vía de la comercialización y el borderó. No es justo. Se llama competencia desleal.

Cuesta comprender por qué la ANFP le cobra esas 50.000 UF al que asciende y le otorga 25.000 al que pierde la categoría. Es el mundo al revés. En realidad, se entiende: es un negocio redondo. Y se entiende aún más porque esta norma se fijó durante la presidencia de Sergio Jadue y su cuestionado directorio. ¿Los clubes? Como si lloviera. Total, ganan 650.000 millones de pesos en la pasada.

Podríamos discutir si darle un bono al que desciende es un disparate o no. Hay quienes postulan que esa plata garantiza que el club mantenga los niveles de inversión y apueste con todo a recuperar la categoría. Puede ser. Lo llamativo es que el club que asciende tenga que pagar el doble de esa cifra. Una burrada. No hay dos opiniones.

La actual administración tiene una oportunidad importante este martes para inducir un cambio definitivo en la materia. Si bien no depende de la mesa que preside Salah cambiar el reglamento porque los clubes son amos y señores a la hora de votar la señal de generar las condiciones para modificar esta aberrante figura debe ser clara, concluyente, sin dobleces.

A los clubes, que son los que tienen la última palabra, debería darles un poco de vergüenza de seguir presos de la herencia estatutaria de Jadue. A ver si atinan de una vez por todas.