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La pesadilla en que se convirtió esta semana la puesta a punto de la cancha de Huaiquique para la final del Grupo Uno Americano de Copa Davis puso de relieve una vez más la precaria realidad de infraestructura del tenis chileno.

Un ingeniero de suelo, 15 funcionarios del Ejército, ocho cancheros, el productor general del evento y un especialista en la construcción de este tipo de pistas tuvieron que trabajar arduamente para habilitar una cancha que hasta la víspera del sorteo era injugable por su irregularidad. El court parecía más un arenal que una cancha de tenis.

¿La solución? Verter un par de toneladas de sal, esperar que la sustancia hiciera efecto y compactara la cancha y luego agregar una capa de arcilla. Santo remedio. Cerca de la medianoche de este miércoles, Carlos Nieme, el árbitro general de la serie, según fuentes de la federación, levantó el pulgar.

En el intertanto se fue conociendo la trastienda de una historia plagada de contratiempos. Desde la demora en hallar un lugar adecuado porque la Fuerza Aérez decidió no facilitar sus instalaciones, pasando por el descarte del club del tenis local cuyas canchas no tenían las medidas oficiales, hasta la larga tramitación administrativa para iniciar las obras en el Centro Recreativo del Ejército de Chile. ¿Por qué se eligió Iquique entonces? Por el aporte económico de la alcaldía y escapar de la lluvia en la zona central.

Pero más allá del alto estrés de sacar adelante una cancha que cumpliera con los estándares mínimos y los fantasmas que rondaron respecto de una posible cancelación de la serie –con consecuencias inciertas para la federación– la saga iquiqueña deja una conclusión repetida: el tenis chileno no dispone de un recinto moderno para recibir la Copa Davis durante los 12 meses del año.

¿Y el court central del estadio Nacional? No da. Tiene una cancha que es un desastre, ya que se construyó sobre la pista de asfalto donde se jugó el match ante Italia en 2010 (afortunadamente será reconstruida) y su estructura general deja mucho que desear. El de Ñuñoa sigue siendo un recinto setentero al que hace un lustro solo se le dio una manito de gato con las butacas sobrantes de la remodelación del coliseo principal. Las añosas galerías siguen intactas y los camarines parecen más un pasillo del Transantiago que un vestuario profesional. ¿Un techo retráctil o definitivo? Ni pensarlo. Por eso en invierno hay que ir a Coquimbo, Antofagasta, La Tortuga de Talcahuano o Iquique, como ahora.

Digamos las cosas como son. Las Copas Davis salen de Santiago por necesidad, por falta de infraestructura y porque un alcalde entusiasta se compromete con varios millones para llevar el evento a su ciudad. No hay nada malo en ello, se descentraliza, el público de regiones lo agradece, pero ese carácter itinerante debiera ser el paso posterior al asentamiento definitivo en Santiago, en un centro deportivo propio, moderno, multipropósito. Si al final, los tenistas están representando a Chile, jugando por el país. Esta semana, por ejemplo, Gonzalo Lama entraba directo al cuadro final de Hamburgo, un torneo de 500 mil dólares, pero optó por la Davis. Hubieran visto su cara de impotencia cuando este miércoles intentaba entrenar en la cancha en cuestión y cada pelota daba un bote distinto. De seguro su cabeza estaba en Alemania.

Acá en Iquique la cancha se hizo tarde y se deterioró producto de la tormenta de arena y agua de la semana pasada, pero esos son datos de contexto. La realidad es que al tenis chileno le sigue penando la inexistencia de un lugar adecuado. Si este deporte tuviera el sitio que se merece en función de su aporte a la historia esta serie se debió haber jugado en un estadio nacional techado. La memoria es frágil pero ¿qué otra disciplina aportó dos medallas de oro olímpicas? En 100 años, solo el tenis. Nicolás Massú y Fernando González, además, son los únicos deportistas chilenos que han ganado dos preseas. No una, dos cada uno.

Lo lamentable es que no se ve por dónde se vaya a reparar esta indolencia del Estado. Si no se tomaron medidas cuando el tenis picaba alto, hoy probablemente nadie va a destinar recursos a un proyecto de este tipo. Menos ahora que las prioridades del gobierno están orientadas a reformas estructurales millonarias de compleja implementación.

Mientras tanto, y para entretenernos un rato, podemos visitar el museo de la maqueta donde destaca un moderno court para tres mil personas en el Parque de Los Reyes como plan de infraestructura para los pasados juegos Odesur. Nunca se hizo.

El primer gobierno de Michelle Bachelet y la administración de Sebastián Piñera gastaron enormes capitales en levantar o remodelar estadios a lo largo de todo Chile. Una veintena. Se jugó un mundial femenino sub 20, un sub 17 masculino y la Copa América 2015. Extraordinario. Del tenis nadie se acordó. Pero nadie. Ni el gato.

Ojalá que pronto cuando Lama, Garín, Jarry, Barrios, Sáez y Malla lleguen alto y Podlipnik y Peralta estén consolidados como doblistas de elite, el tenis vuelva a visibilizarse como se merece y haya agua en la piscina para pedir apoyo en serio. No las lucas coyunturales del IND para la Davis que solo permiten afrontar un evento específico.

El Estado tiene una deuda enorme con Ríos, González, Massú y la historia deportiva de este país, pero nadie se hace cargo. Increíble.