La UC se reivindica con una goleada en el clásico

El clásico donde la U llegaba embalada con dos triunfos en línea y la UC en crisis, según propia confesión del técnico cruzado Mario Salas y sin festejos en este torneo, demostró que el fútbol es bello, porque es impredecible. Los cruzados cuajaron una actuación categórica y reivindicadora que les trajo la ansiada paz y, de paso, revivió los fantasmas de Sebastián Beccacece. El 3-0 de la Universidad Católica cambió el mapa futbolístico, demostró que el campeón vigente se mantiene lleno de vida y que la U sigue siendo frágil.

Protagonista del inicio fue Gonzalo Jara. En uno de los partidos más desgraciados de su carrera, el defensor originario de Hualpén estuvo en todas. Primero, cuando la cámara de televisión dejó en evidencia el ordinario escupitajo a Diego Buonanotte. Luego, cuando la pelota que dio en el palo le rebotó en el pecho y fue el autogol que abrió la cuenta para la UC. Y mas tarde, cuando pasó de largo en el enganche del "Enano" y se lesionó. No solo tuvo que pedir cambio a los 25 minutos, también se perderá la doble fecha clasificatoria mundialista al saberse que sufrió un desgarro. Nefasto.

A la U no le resultó nada. El extraño autogol, el primero en un lustro en clásicos universitarios desde Juan Eluchans en la recordada final del cotillón, desencajó a los azules. Y cuando aún intentaban explicarse esa jugada que le rebotó a Jara y donde el portero Espinoza no pudo reaccionar porque estaba enredado en la red de la portería, Buonanotte los dejó de cabeza. El ex River se la robó a Vilches, eludió a Jara y definió con un toque de categoría.

A cuatro minutos del descanso, una mano dentro del área de Vilches le permitió a Nicolás Castillo anotar de penal el 3-0. Beccacece, indignado, se desquitó con la vitrina refrigerante del costado del banco. Para colmo, dos minutos después no le cobraron un penal a Matías Rodríguez.

En el reinicio, Felipe Mora tuvo dos opciones claras antes del cuarto de hora. En ambas el ex audino quedó perfilado desde la derecha y sus remates cruzados se fueron anchos. El DT azul maldecía a los cuatro vientos.

Sacó a Ureña y envió a Lorenzetti. También quitó de la cancha a uno de los puntos altos, Nicolás Maturana, para darle paso al serenense Mario Briceño. Los azules tuvieron posesión de balón, pero no causaron daño. Muchas llegadas se vieron más peligrosas de lo que eran por la inseguridad de Toselli, que manoteaba todo, más que por el riesgo que pudieran tener.

La UC se echó atrás, esperó, y la U no fue capaz de resolver el puzzle. Chocó una y otra vez contra Maripán, Lanaro y compañía, mientras el reloj seguía en marcha.

A los hinchas cruzados les volvió el alma al cuerpo y festejaron casi con tantas ganas como lo hicieron en la dramática final del último torneo. Los azules, en tanto, se fueron masticando una rabia que ya parecía olvidada y profieriendo maldiciones contra un técnico que, de acuerdo con los movimientos realizados durante el partido, vuelve a verse un tanto nublado en sus convicciones.