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Recojo una definición bielsista acuñada por un amigo para definir a los técnicos que se hacen cargo de un club. Están los que llegan para administrar lo ya existente y aquellos que aplican cirugía mayor e intervienen la línea futbolística del equipo. Pablo Guede es de estos últimos. En Colo Colo implementó cambios significativos respecto del modelo que regía con el Coto Sierra.

Entrar al planeta Guede no es sencillo. Las definiciones sí lo son: ser un equipo intenso, protagonista, ofensivo, de transiciones rápidas, capaz de llegar por todos los frentes del ataque y terminar bien las jugadas. Para eso trabaja 24/7, se desvive, le mete cabeza. Los resultados, sin embargo, no lo acompañan y hoy el Cacique exhibe el peor arranque de su historia jugando como local. El engranaje no funciona. Cumplido un tercio del campeonato hay más dudas que certezas.

La detención del torneo por la doble fecha clasificatoria le dio margen para trabajar el partido ante Antofagasta. Una salida complicada ante un equipo irregular pero que lo supera en la tabla. El Cacique, no olvidemos, está antepenúltimo, a nueve unidades del puntero y con opciones reducidas de luchar por el título. El hincha colocolino que empatizaba con Guede comenzó paulatinamente a perder la paciencia. Justo o no son los tiempos que corren. La febril dictadura de los resultados.

¿Se le acabó el tiempo a Guede? A los ojos del directorio de Blanco y Negro, no. Y está bien que así sea. Ningún técnico, independiente del club al que pertenezca, merece ser despedido tras 5 o 6 partidos. Menos si existe el convencimiento de que el proyecto es virtuoso y puede traer aire fresco al club. Al ex adiestrador de San Lorenzo, además, hay que concederle un punto: tomó el equipo una semana antes del inicio del campeonato.

Con todo, Colo Colo no puede permitirse seguir en rodaje. Cinco fechas y un receso clasificatorio es un plazo prudente para detectar los errores, mover las piezas, recuperar a los ausentes y afinar el esquema. El propio Guede habló de un punto de inflexión a contar de la sexta fecha. Pues bien, llegó el momento de demostrar que el trabajo está bien orientado y debe dar resultados.

No es difícil leer el fútbol de los albos. No lo ha sido al menos para la mayoría de sus rivales que se agruparon atrás, lo castigaron en las pelotas detenidas y sorprendieron en desventaja numérica en múltiples contragolpes. Hay imágenes que revelan enormes espacios en el dibujo táctico de Guede, especialmente cuando se descuelgan los dos laterales a la vez, Pavez pierde el balón o Zaldivia sale a presionar más allá de lo aconsejable. Colo Colo, a ratos, despliega un fútbol kamikaze y será tarea perentoria de su técnico hallar el equilibrio sin traicionar su vocación ofensiva.

Tres jugadores clave como Paredes, Valdés y Fierro se han visto incómodos en el nuevo esquema. No han gravitado de acuerdo a su categoría. Ahora, la pregunta es cuánto tiene que ver el sistema y cuánto sus momentos personales. El Pájaro dijo en sus redes sociales que aceptaba las críticas y estaba trabajando duro para mejorar su rendimiento. Lo cierto es que está al debe y Colo Colo lo necesita para salir del fondo de la tabla. Un volante de su jerarquía es determinante y Guede debe dotarlo de las confianzas tácticas para recuperar su nivel.

El técnico albo sabe lo que quiere y propone una apuesta diferente. En su mente, en su mundo, en su búsqueda del infinito y más allá, elaboró decenas de jugadas que deben ejecutarse en los partidos del mismo modo que en los entrenamientos. Algunos colegas, bajo cuerda, dicen que su fútbol no es más que el copy – paste, con matices, de fórmulas ya conocidas. El punto es que aunque tuvo poco tiempo para trabajar e hizo la marcha blanca con el torneo en desarrollo llegó la hora de que el equipo exhiba progresos y tenga mejores resultados. Porque si Colo Colo pierde o empata en Antofagasta puede quedar último en la tabla. Y eso sería preocupante, muy preocupante.

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