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Hernández

Pecados capitales

Pecados capitales
JUAN CEVALLOSAFP

Decenas de teorías circulan sobre el declive de la Roja y su muy comprometida clasificación al mundial de Rusia. El rango oscila desde presunciones conspirativas hasta la conceptualización táctica de cada uno de los nosotros. Por estas horas y con el partido ante Perú a la vuelta de la esquina analizar a la selección es deporte nacional.

Más allá de las consideraciones futbolísticas y la prevalencia del planteamiento de Gustavo Quinteros que liquidó a Chile por las bandas con pelotazos largos y presión constante, la Roja está padeciendo carencias estructurales que atentan contra su estatus de doble campeón de América. La falta de gol es la mayor evidencia y las soluciones no provienen del banco. Faltan variantes de todo tipo.

Alexis no anota hace siete partidos en las clasificatorias y Eduardo Vargas está pagando caro su intermitencia en la Bundesliga. El delantero del Hoffenheim está con la pólvora mojada y la confianza a la baja. Durante mucho tiempo fue una fortuna que rindiera a tope en la Roja siendo suplente en sus equipos, pero la racha se cortó y se nota. Chile depende de tres o cuatro jugadores para llegar al arco y los relevos escasean o no responden como en sus clubes. ¿Un par de botones de muestra? Fabián Orellana y Pedro Pablo Hernández que por distintas razones no rinden como en el Celta de Vigo.

Las ausencias de Bravo en Asunción y Medel en Quito revelan la dependencia en puestos clave. Toselli es un correcto arquero y Roco un zaguero con potencial y cierta experiencia, pero el salto es insoslayable. En Ecuador la salida de Chile no fue limpia y el zaguero del Cruz Azul erró reiteradamente el camino despachando balones largos para Alexis y Vargas. El tercer gol en el Atahualpa, el que sentencia el partido, nace de un despeje suyo más allá de la mitad de la cancha que a los pocos segundos vuelve convertido en un ataque letal. ¿Conclusión? Los sustitutos condicionan la manera de jugar en un equipo al que no le sobra nada.

Tal como escribió el profesor Pablo Ortega en este medio: el funcionamiento de la selección depende de sus individualidades. Y eso es un problema porque desnuda tanto la falta de una cabal internalización de la idea como la ausencia de reemplazantes con los mismos atributos que los titulares. Los 15 jugadores que fueron la base del bicampeonato de América no pueden faltar porque se nota demasiado. Valdivia y Medel, ante Uruguay y Paraguay, respectivamente, se equivocaron feo al enfrascarse en reclamos subidos de tono con el árbitro.

Si este plantel, en verdad, quiere seguir ganando cosas y ser competitivo al más alto nivel, no puede relajarse ni andar vociferando su palmarés más reciente. El mote de nuevo rico no le sienta bien. No por mostrar las cadenas de oro el rival se va a intimidar. Hoy todo el vecindario tiene claro como jugarle a la Roja y la mayoría lo ve como un equipo desequilibrado.

Chile está padeciendo la tardía y en algunos casos inexistente explosión de la generación de la sub 20 de Turquía. Muchos de esos jugadores fueron prematuramente vendidos al extranjero y hoy salvo Nicolás Castillo e Igor Lichnovsky no figuran en las convocatorias de la selección mayor. La prisa de los propios jugadores, representantes y clubes por concretar esas transferencias le hizo pésimo a la selección. Andrés Robles, Cristián Bravo y Valber Huerta están de regreso al fútbol chileno, Angelo Henríquez, Brian Rabello y Cristián Cuevas han sido transferidos o prestados a clubes menores. Nicolás Castillo, recién ahora en Católica, y tras varios semestres perdidos en Europa, ha tenido continuidad. ¿Qué hubiese ocurrido si estos jugadores hubiesen completado su formación en Chile y sido vendidos con 50 partidos más en el cuerpo? Probablemente, hoy serían más competentes y soluciones reales a la Roja.

Por lo pronto, Pizzi se quedó sin margen de error. Los jugadores también lo saben y su papel será clave para enmendar el rumbo. El martes, la Roja juega una final contra Perú. La supervivencia en las clasificatorias. Así de claro, así de terminal. De no ganar será la triste despedida de Rusia 2018. Un fracaso por donde se le mire.