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Sale Vidal, entra Alexis

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Hacía rato que una doble jornada eliminatoria no dejaba un gusto tan agradable. El punto rescatado ante Colombia en Barranquilla, con cambio de filosofía futbolística y desempolvando el overol, terminó con una pésima racha de la Roja como visitante. Y el triunfo ante Uruguay, dando vuelta el marcador y con la irrupción de un Alexis Sánchez brillante en tiempos en que Arturo Vidal se estaba acostumbrando a ser el salvador exclusivo, dan para soñar.

Pese a la luna gigante, la noche era oscura. Uruguay ganaba, cedía la iniciativa y Chile no llegaba. No se veía por dónde. Vidal, quien rengueaba y no tenía fuelle para estar en todas partes, ya no era el metrónomo del equipo. Fue allí, cuando todos se aprestaban a ir al descanso a tomar café cargado, cuando Eduardo Vargas abrió la ruta. Edú demostró una vez más que nunca hay que darlo por muerto. El curioso caso del goleador que solo rinde por su selección.

Alexis Sánchez, quien no estuvo ante Colombia, se mantuvo en duda y tenía al borde del infarto a Arsene Wegner, cuajó una actuación brillante, al nivel de la de hace tres años en Wembley. Desequilibrante, brillante. Primero, con un remate furibundo desde la escuadra del área, con un ángulo extraño y difícil, con un bote traicionero, que se le coló a Muslera por debajo del cuerpo. Y luego, con un control dirigido y un carrerón que definió con un puntete poco galano pero efectivo. La postal de Coates, Pereira y Muslera tirados en el piso, derrotados, y Alexis corriendo con la cara llena de gol, será inolvidable.

Lo que todos los chilenos saben de antemano es que los partidos contra Uruguay traen angustia incorporada. El punto es que triunfos épicos y brillantes, como el de este martes, se recuerdan y disfrutan más. Justamente por eso, porque se sufren más.

Chile está cuarto camino a Rusia. Gran noticia. Pero lo mejor es que la Roja recuperó el alma, la mística y la convicción. Algo que estuvo extraviado, pero jamás perdido.