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Películas repetidas

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Colo Colo no hizo méritos para clasificar a la siguiente ronda en la Copa Libertadores. En el partido de 180 minutos, no fue mejor en el primer tiempo en Río de Janeiro, fue superior en la segunda fracción. Y no jugó mejor que Botafogo en Santiago. Es cierto, encontró la llave del gol recién comenzado el partido, pero nunca dejó de caminar por la cornisa del resultado preciso para pasar de ronda. Y ese equilibrio precario se derrumbó cuando el equipo de Guede ya no tenía físico ni ideas para ir por una remontada.

Incluso cuando Colo Colo mejor jugó en su estadio, los primeros 45 minutos, Justo Villar tuvo un par de intervenciones que permitieron que la ilusión se extendiera durante mucho más tiempo.

Hay deudas en este equipo de Guede. Culpas propias y también deudas de arrastre. Soy de los que creen que el ex técnico de Nueva Chicago, Palestino y San Lorenzo, es un técnico con condiciones para dar el gran salto. Sólo depende de él. Cuando sale del personaje, cuando deja de ver fantasmas, cuando deja de creerse más importante que el club, los equipos de Guede vuelan, da gusto verlos jugar, representan una brisa refrescante en medio de los uniformes esquemas que dominan el fútbol nacional y extranjero.

Pero Guede sigue siendo un entrenador en formación. Le faltan porrazos como este, un fracaso como este, un golpe duro como la eliminación, para comprender que necesita más naipes en su baraja. Que no puede tocar una sola tecla. Debe abrirse a otras ideas. Escuchar. Entender que no va a traicionar ningún principio si aprende de sus caídas y es capaz de matizar su idea de juego. Haciendo un símil, es como el Jorge Sampaoli de O’Higgins. Un buen entrenador, camino a convertirse en un gran entrenador. Pero el casildense entendió. Cambió. Varió su juego si era necesario. Y hoy en Sevilla, cumpliendo una gran campaña, se abrió a jugar de acuerdo a los futbolistas que posee, sin renunciar a su idea, a su concepto, a una identidad de juego. Al Sampaolismo.

Pero Colo Colo tiene también deudas de arrastre. Veinte años sin dar vuelta una llave. Muchos sin acceder más allá de los octavos de final en Copa Libertadores. Un reflejo de una visión cortoplacista de quienes manejan Blanco y Negro, que buscan en contrataciones fulgurantes lo que no logran generar en el semillero, aquello que siempre fue una marca registrada del club.

La dirigencia le cree todo a Pablo Guede. Le traen todo lo que quiere. Le contratan todo lo que pide. Si eso es una convicción, deberían respaldarlo. Pero más que el DT argentino, son las cabezas de la institución las que deberían revisar lo que realmente quieren y la forma más adecuada de conseguirlo.

En un partido cerrado se puede quedar fuera. Porque hasta las mejores películas se convierten en aburridas cuando se repiten una y otra vez. Y esta película, de las malas actuaciones de clubes chilenos en Copa Libertadores, está demasiado repetida.