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Queriendo tapar el sol con un dedo, Claudio Tapia, el nuevo presidente de la Asociación Argentina de Fútbol dijo a su arribo a Barcelona que no iba a España a hablar con Jorge Sampaoli. Pues bien, el mediodía de este sábado fue visto en su hotel con Fernando Baredes, el abogado del hasta ahora entrenador del Sevilla. La reunión se produjo en la habitación del dirigente y se prolongó por dos horas en las cuales discutieron las condiciones para la llegada del ex técnico de la Roja a la Selección Argentina.

La burda declaración del timonel de la AFA no hace más que confirmar que todos los caminos conducen a Sampaoli. El sondeo al Cholo Simeome fue un saludo a la bandera, una gestión simbólica para atenuar eventuales críticas y evitar el desliz al técnico argentino más exitoso de los últimos tiempos. Nada más. La convicción mayoritaria es que el casildense se haga cargo de la selección.

El acuerdo con Sampaoli regirá a contar de junio, fecha en que termina la liga española, y se extenderá hasta el mundial de Rusia con opción de prórroga hasta Qatar 2022. El máximo anhelo profesional del ex técnico de la U está a una firma de concretarse. Llegó antes que River Plate o un grande de Europa. Los tiempos se adelantaron y la coyuntura favoreció su arribo. Ahora debe arreglar su rescisión en Sevilla, ratificar su valía como técnico y clasificar a Argentina a la Copa del Mundo.

Más allá del brutal ninguneo de Bilardo, cuya tirria es directamente proporcional a lo obsoleto de su condición como entrenador, Sampaoli reúne todas las calificaciones para dirigir a la Albiceleste. Las técnicas, son largamente conocidas y deberá adaptarlas a un camarín multimillonario, pero una tanto o más importante también es parte del pack: su legitimidad como entrenador de elite. Se la ganó en Chile, en la U y en la Roja. Y le significó ser nominado por la FIFA como uno de los tres mejores técnicos del mundo. Por eso no extrañó su sólido paso por Andalucía. Sin ese capital, el casildense ni siquiera podría haber pasado por afuera del predio de Ezeiza.

Con todo, nada garantiza que Argentina, con Sampaoli en el banco, clasifique al galope. Esto es fútbol y miles de cosas pueden ocurrir. Tiene cinco finales para meterse en la zona de clasificación directa o, en un escenario no descartable, optar al repechaje por el quinto cupo. Sin embargo, lo que sí sucederá es que la Albiceleste jugará a algo, tendrá un patrón definido, una identidad. Por extensión, con Sampaoli, Argentina goza de una nueva oportunidad. Si después la pelota entra o no es otra historia.

Dura tarea deberá afrontar el casildense para encantar a un vestuario tan lleno de estrellas como de dudas. Su discurso sobre el amateurismo y amor al escudo tendrá probablemente que dar paso a alocuciones que apunten a reivindicar la historia de una selección ganadora. Un equipo al que hoy no le alcanza el piloto automático ni pasársela a Messi. El crack del Barcelona estará al margen por otros tres partidos y Sampaoli, tendrá que hacer la pérdida y armar una propuesta alternativa y competente. Como cuando en la Roja se las arreglaba para ganar sin Vidal. El técnico argentino tiene una gracia, sus jugadores le creen y se comprometen, como ocurría con Bielsa, el mentor del cual se halla conceptualmente distanciado en la actualidad.

Si hace algunas semanas Gabriel Batistuta, enorme goleador trasandino, se quejaba de que la mitad del vestuario de la selección “no le dio bola” cuando pasó a saludar con motivo del partido con Chile, de seguro, con Sampaoli las cosas cambiarán. El ex técnico de la Roja desarrolló un talento natural para vincularse con sus jugadores y captar su adhesión pese a exigirlos al límite. Conociendo sus prácticas, le hará un guiño a la historia y vinculará las obligaciones actuales con el pasado más glorioso. Acá apeló al amor a la camiseta, al deseo de trascender, allá tiene mucho donde echar mano.

Clave será el arranque. Uruguay se complicó, cayó en una espiral de malos resultados y el clásico del Río de la Plata ya no será entre vecinos y amigos. Si Sampaoli empieza mal, la crítica seguirá brutal, despiadada, como viene siendo al otro lado de la cordillera. Si, en cambio, le mete mano al equipo y arranca con el pie derecho, su romance con la Albiceleste puede durar mucho tiempo. Para que empecemos a tenerlo en cuenta en el vecindario y otras latitudes.