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MÉXICO | CHIVAS - TIGRES

Chivas le gana al Tigres de Vargas y se corona campeón

Chivas dominó gran parte del partido y pasó por arriba de un Tigres que no contó con Eduardo Vargas en cancha. El equipo de Guadalajara no ganaba un título de liga desde 2006.

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Chivas le gana al Tigres de Vargas y se corona campeón

Eduardo Vargas no pudo hacer nada para dar vuelta el avasallador partido que jugaron las Chivas de Guadalajara frente a Tigres. De hecho, el jugador vio el partido desde fuera del campo de juego. Y si bien, el equipo de Vargas pudo haber logrado el empate en los últimos minutos por un penal sin cobrar, durante el partido no tuvo el rendimiento necesario ante un rival que pasó por arriba.

Con drama. Con minutos que parecían eternos. Con el peso de la historia en la espalda. Con la exigencia de 40 millones de aficionados. Contra la nómina más potente de extranjeros en México. Con el orgullo de 11 futbolistas nacionales en la cancha. Así se construye el relato de un campeón.

Porque los últimos instantes parecían de trámite. Pero en una final, nada está definido hasta el silbatazo final. El tanto de Sosa carga de angustia el cierre. Pero los goles de Pulido y el “Gallito” tienen a Chivas cerca de la victoria sobre Tigres. Cuando al fin concluye el partido, explota no sólo el estadio, sino una nación rojiblanca compuesta por millones y millones.

Es la 12. La copa que ha esperado más de 10 años. La que encumbra de nuevo a Chivas. La que demuestra que con mexicanos no sólo se puede competir, sino ganar. La que enaltece el orgullo nacionalista de un club que en tiempos de globalización, se mantiene estoico, sin renunciar a su tradición. Guadalajara es campeón del Torneo Clausura 2017.

La historia tiene una gran virtud: es imborrable. Y tiene otra propiedad: por lo general, la escriben los ganadores. Se puede contar de mil formas distintas. La perspectiva de quien la relate seguramente le hará aparecer con distintos detalles. Pero es un hecho: estará ahí por siempre. Por siempre se llama historia.

Una final se trata de eso. Pelearse por el pesado libro. Para que después del último silbatazo, sólo uno pueda escribir en sus indelebles páginas. No es poca cosa. Así, la disputa de un encuentro como este se vuelve intensa. De inicio a fin. Porque no es un partido más. Porque los que los nombres que hoy se graben ahí, se recordarán eternamente.

Tigres es un equipo potente. Que probablemente marcará una época. Y que en los últimos años ha demostrado, con títulos, que es uno de los más fuertes del país. Tras el 2-2 de la Ida, arranca impetuoso la vuelta en el repleto Estadio Chivas. André-Pierre Gignan prueba al 8’, con un punterazo de derecha que Rodolfo Cota controla sin dificultad.

Estos partidos no dan respiro. Todo vale. Ismael Sosa está en el suelo cuando conecta una especie de chilena sobre el césped. Habilita a Jürgen Damm. Nadie lo esperaba. Cota sale apresurado. Se tiende. A diferencia del primer capítulo de esta historia, cuando el 2-2 de Gignac, esta vez sí se queda con la bola. El “ah” de alivio se escucha al 13’.

Chivas está obligado por su pasado a darle nueva gloria a su presente. Hace más de 10 años del último título. Y su grandeza resiste ese tipo de sequías gracias a los símbolos de identidad que generan afición sin importar los resultados. Pero aun así, es demasiado tiempo. Su afición lo sabe. Por eso, hace pesar la casa como pocas veces se ha visto.

Oswaldo Alanís conduce la pelota en territorio enemigo. Levanta la mirada. Mete el zurdazo exacto. A la espalda del brasileño Juninho. Alan Pulido persigue la redonda. Mide su viaje. La alcanza en el punto exacto. Acomoda el cuerpo. El defensa enemigo ya ha sido superado. De aire, la prende. Convicción total.

Pareciera que el Estadio Chivas enmudece por un segundo. Contacto con la bola. El remate es cruzado. Pegado al poste. El vuelo de Nahuel Guzmán es inútil. La redonda llega a tierra prometida. Estremece las redes. El inmueble explota. Gol de Pulido. El marcador se abre al 16’.

La cerveza llueve. Los aficionados la tiran al aire. Unos se abrazan con otros. Pulido, en el campo, recibe la felicitación grupal. En la banca, Matías Almeyda se funde con su cuerpo técnico. Algarabía total. Profunda. Honesta. Si la sequía de títulos es larga, es aún más el tiempo que tiene Guadalajara sin coronarse en casa, desde 1997. Eso explica cualquier exceso en el festejo.

De pie la tribuna. “¡Dale, dale, dale Rebaño!”, cantan más de 40 mil aficionados. Ese se ha convertido en el grito de guerra. La gente salta. Es una ola rojiblanca que no deja de moverse. Que pesa. Que intimida. Que juega su propio partido. Es una final: no es para menos.

Tigres es uno de esos equipos que deja siempre la sensación que, de querer, puede hacer mucho más. Pisa el acelerador. Gignac, ya se sabe, es un genio no sólo para definir. Recibe de espalda y toca atrás para Javier Aquino. El disparo es de primera. Por un costado. Primer aviso, al 28’.

En la necesidad de ofender, algún espacio dejan los dirigidos por Ricardo Ferreti. Alan Pulido controla en la orilla del área. Abre para Néstor Calderón. Lo deja solo. Tanto, que quizá no lo esperaba. El “Avión” tarda en definir. Y la defensa le tapa, al 29’.

El Rebaño Sagrado controla bien el trámite. Igual que en Monterrey, ha planteado un partido inteligente. Tácticamente gana la partida. Pero en una Final, cualquier descuido puede marcar diferencia. Pelota retrasada para Rodolfo Cota. El arquero rojiblanco se hace un lío con la redonda. Se le enreda en los pies. De milagro, Gignac no se la roba. Chivas se salva al 35’. Otra vez, el “ah” invade la tribuna.

Para la segunda parte, Tigres está obligado. Guadalajara apuesta por un juego inteligente. Concentración absoluta. El peso de un glorioso pasado sobre la espalda. Pero lo maneja bien. Aguanta el vendaval. Primero, Salcido falla una barrida. Ismael Sosa queda solo en el área. Cota sale a tiempo y tapa, al 48’.

Javier Aquino llega a línea de fondo, tal vez la única vez en todo el partido. Diagonal retrasada. Gignac conecta mal. La vuela increíblemente. El francés perdona, al 64’. Por momentos, el conjunto regiomontano es dueño del trámite. Pero Chivas está atento. La tribuna juega un partido aparte. Extraordinario. Pesa lo que nunca había pesado. Canta. Salta. No para el apoyo.

Minuto 70. Pelota rechazada. José Juan Vázquez mide la pelota elevada. Da vuelo a la pierna derecha. Convicción total. Tiene una cita. No con la bola: con la historia. Conecta de aire. El disparo es desviado por un defensa. Nahuel Guzmán no llega. A las redes. A la gloria. Al recuerdo que nunca se borrará. Gol del Guadalajara. Explosión absoluta.

Los visitantes reclaman fuera de lugar. No existe. El árbitro Luis Enrique Santander da validez a la jugada. Es el 2-0 de Chivas. El 4-2 global que mata la serie. Con 20 minutos por delante, la grada es felicidad en estado puro. Huele a campeón. La 12 está a un suspiro. El Guadalajara está cerca de volver a ser el club más ganador de México.

Pero dicen que a veces, para llegar a la gloria hay que pasar por el infierno. Ningún drama estaría completo sin una dosis de drama. Ismael Sosa se encarga de poner esa parte con un derechazo al 88’. Desde fuera del área, conecta de derecha. Cota no llega. Al fondo. El 2-1 que llena de angustia los últimos instantes.

Otro instante de silencio. Cae Sosa en el área. Es tiempo de compensación. Parece falta. El árbitro deja pasar. Hay reclamos. Pero no marcación. Los últimos instantes se diluyen. Silbatazo. El 2-1 es definitivo: 4-3 global. La 12 ha llegado. La sequía ya no existe. El doblete es real. Guadalajara es de nuevo el club más ganador en la historia del fútbol mexicano. Bienvenido, campeón, 40 millones de aficionados te extrañaron por 10 años.