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El curioso caso de una mujer de 38 años que vive en una residencia de ancianos: mejor que arrendar un departamento

Los altos cotos de las rentas de los inmuebles la impulsaron a tomar la decisión: “Nunca me he sentido fuera de lugar y vivir con gente que no tiene prisa ha sido excelente para mi salud mental”.

El curioso caso de una mujer de 38 años que vive en una residencia de ancianos: mejor que arrendar un departamento
Pablo Ortega
Periodista, Entrenador de Fútbol y ex futbolista profesional. Titulado en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile y egresado del Instituto Nacional del Fútbol (INAF) de Santiago. Es columnista y redactor de Fútbol Nacional e Internacional y de temáticas de índole táctica en AS Chile.
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Los problemas de vivienda no sólo son una importante dificultad en Chile, pues gran parte de la población carece de los recursos para acceder a pagar el arriendo de una propiedad o, peor, no cuenta con los recursos básicos para adquirir un inmueble. Sin embargo, se trata de un fenómeno que también se repite en varias partes del mundo.

En Australia llamó mucho la atención el caso de una mujer, de 38 años, por un radical decisión que tomó al respecto. Finalmente, se inclinó por irse a vivir a un hogar de ancianos en vez de pagar el arriendo de un departamento.

El caso fue dado a conocer en el sitio web Bussiner Insider. La mujer vivía con su expareja, terminó la relación y partió su vida de nuevo en el hogar para personas de la tercera edad.

El arriendo de un departamento en Melbourne costaba entre 2.800 a 3.200 dólares australianos (entre $1,7 a $2 millones). Un valor demasiado alto para las posibilidades económicas de la mujer.

Entonces, conto que “un fin de semana visité a una de mis tías favoritas en su residencia de ancianos y, como que no quiere la cosa, le expliqué que estaba buscando casa. Me contó que había una unidad disponible a pocos minutos de su casa y buscaba inquilino”.

Un refugio

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Después de un semestre de espera, fue aprobada su solicitud para ser parte de la residencia. “Mis días suelen empezar igual. Me despierta el tenue sonido de los clásicos de mi vecino. Tomo café mientras leo el periódico, disfruto de un paseo y veo a algún gato tomar el sol de vez en cuando”, reveló.

“Llevo poco más de un año viviendo en la residencia de ancianos. He dejado de considerarla un trampolín hacia un lugar mejor y ahora la veo como mi hogar. Nunca me he sentido fuera de lugar y vivir con gente que no tiene prisa ni está obsesionada con la tecnología ha sido excelente para mi salud mental. Es una especie de refugio”, explicó por último la mujer.

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