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La brecha que genera la edad de jubilación en Chile para hombres y mujeres: el tema tabú del que pocos hablan

Elisa Cabezón, economista de la Universidad Católica, publicó en CIPER una columna de opinión que ha generado amplio debate.

Las pensiones y la edad de jubilación se ha convertido en un tema muy comentado en los últimos años en Chile. Por lo mismo, hace unos días, CIPER publicó una columna de opinión de la economista de la Universidad Católica, Elisa Cabezón, en la que analizó la brecha de género provocada por la edad legal de jubilación entre mujeres y hombres.

Existe en nuestro país una gran desigualdad entre los montos de pensiones de mujeres y de hombres. En parte, esto es reflejo de que las mujeres tienen menos acceso al mercado laboral formal que los hombres: así, mientras un 43% de los hombres en edad de trabajar cotizan para su pensión, el porcentaje se reduce a 30% entre mujeres”, señaló Cabezón en el inicio de su artículo.

La columna de opinión sobre las pensiones que genera debate

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“La brecha de género en pensiones se ha convertido en un tema tabú para nuestros políticos: en Chile la edad legal de jubilación de las mujeres es a los 60 años y la de los hombres a los 65. Debemos atrevernos a analizar y aterrizar las implicancias de esta diferencia. Primero, ¿cómo se determina el monto de la pensión autofinanciada? Bajo nuestro sistema de capitalización individual, el ahorro logrado por el/la afiliado/a durante su vida laboral en su cuenta individual se distribuye a través del número de años que le queda por vivir, suponiendo que vivirá hasta la expectativa de vida. Bien, pero ¿qué es la expectativa de vida? Es el número de años adicionales que se espera vivan, en promedio, las personas a una determinada edad. Por ejemplo, si de cada diez hombres de 65 años se espera que cinco de ellos vivan quince años más y que los otros cinco vivan veinticinco años más, la expectativa de vida de los hombres a los 65 sería de veinte años = (5×15+5×25)/10. Es decir, en este ejemplo, los hombres a los 65 años viven veinte años adicionales en promedio, hasta llegar a los 85 años de vida.

2)

El cálculo de la expectativa de vida se hace a través de las famosas tablas de mortalidad, sobre las cuales hay un mito que aprovecho de aclarar. Las tablas de mortalidad estiman la probabilidad que tiene un individuo de sobrevivir t años después de su jubilación. Se diferencian por sexo. Por ejemplo, la tabla indica que la probabilidad de que una mujer que se jubila hoy a los 60 años viva diez años más y llegue a los 70 es de un 96%. La probabilidad de que llegue viva a los 110 años de edad es prácticamente cero. Existe la confusión de que el hecho de que las tablas lleguen hasta los 110 años de edad significa que el monto ahorrado se distribuye por 50 años (110-60). Eso es completamente falso. El ahorro de las cuentas individuales se distribuye asumiendo que la jubilada vivirá hasta la expectativa de vida que estiman las tablas. Hoy, en Chile, la expectativa de vida para las mujeres a los 60 años de edad es vivir 31 años más. El de los hombres a los 65 es vivir 21 años adicionales.

Retomando, el monto de la pensión autofinanciada se calcula para distribuir el ahorro previsional a lo largo de los años de jubilación, asumiendo que el jubilado vivirá hasta la expectativa de vida. Una mujer que logra cotizar la misma cantidad de años y por el mismo sueldo que un hombre, tendrá una pensión un 42% menor que la de él. ¿Por qué ocurre esto? Porque las mujeres deben repartir su ahorro previsional por diez años más que los hombres. Esto se debe a que las mujeres pueden jubilarse cinco años antes, y además porque son más longevas. Una mujer a los 65 años en el año 2063 tendrá una expectativa de vida de 29,6 años; un hombre a la misma edad tendrá una expectativa de 24,8 años.

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Profundicemos un poco más. Supongamos que una mujer que entra a trabajar en el 2023 a los 25 años de edad cotizará durante toda su vida laboral por un sueldo imponible de $500.000 (14,45 UF) con una tasa de cotización del 10%, asumiendo una rentabilidad de 4% real anual de los ahorros previsionales. Si ella se jubila a los 60 años, logra una pensión autofinanciada de $190.213. Si se jubila a los 65 años SIN trabajar entre los 60 y 65 años, logra una pensión autofinanciada de $251.813. Es decir, su pensión aumenta en un 32% al posponer la edad de retiro cinco años. Si se jubila a los 65 años y trabaja entre los 60 y 65 años, logra una pensión autofinanciada de $267.033. Es decir, su pensión aumenta en un 40% al posponer la edad de retiro cinco años y seguir trabajando en esos cinco años extra.En el mismo ejemplo, un hombre que logra ahorrar el mismo monto que la mujer para su pensión y se jubila a los 65, recibiría una pensión de $300.365. Es decir, una mujer que se jubila a los 65 años recibiría una pensión un 12% menor que la que recibiría un hombre a pesar de haber ahorrado lo mismo que él, por el hecho de que en promedio viven por cinco años más.

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Estos números ilustran cómo tener mayores expectativas de vida y poder jubilar cinco años antes afecta en las pensiones de las mujeres. Dado el aumento en las pensiones al postergar la jubilación desde los 60 a los 65 años, creo que debemos empezar a discutir sobre postergar de forma progresiva la edad legal de retiro de las mujeres, junto a una política que las acompañe en la transición, evaluando la demanda laboral para las mujeres entre los 60 y 65 años, y creando políticas de empleo que incentiven la contratación de mujeres de esas edades.

Por último, se justificó la diferencia de edad de jubilación entre hombres y mujeres como una forma de compensarlas por el hecho de tener una doble carga en su vida: tener un empleo remunerado y además encargarse del cuidado de los hijos y responsabilidades del hogar. Pero esta «compensación» las termina perjudicando. Se debe avanzar en corresponsabilidad; el cuidado de hijos y del hogar debe ser compartido entre hombres y mujeres de forma equitativa. Sin embargo, mientras esto no se logre, hay mejores formas de compensar a las mujeres por sus mayores responsabilidades domésticas, como fortalecer el bono por hijo, en que el Estado deposita en las cuentas individuales un monto extra a las madres por cada hijo, o avanzar hacia tablas de mortalidad unisex.

Atrevámonos a hablar del elefante en la habitación. En esta columna trato de transmitir el tamaño del elefante, y es grande. Aumentar la edad legal de retiro de las mujeres es incómodo y los políticos prefieren mirar hacia otro lado. Diversos países lo están implementando, como Austria, Costa Rica, Dinamarca, Finlandia o Grecia. ¿Podrá Chile unirse a ellos?”