Y la pelota no se mancha

No soy un gran seguidor de Diego Maradona, pero la frase que dijo en La Bombonera el 2002 es irrebatible: La pelota no se mancha. La Copa América que ahora comienza llega envuelta no sólo en manchas, son verdaderos cuajarones de roña, depósitos infinitos de escoria. Pero el seguidor del fútbol cree, y sabe que, sobre los oscuros señores, los traficantes, los ladrones, los aprovechadores y los timadores que lucen medallas de honor, condecoraciones y sobornan por derechos y prebendas, hay un partido que se juega, hay un grito que estalla o se ahoga, hay un túnel, un penal, un offside polémico, un hombre que llora porque gana y otro hombre que llora porque pierde. Hay, como en el poema de Guillaume Apollinaire, un mundo más allá de las trincheras sucias y desoladas del ya maldito 'negocio del fútbol' como lo bautizara, y condenara también, Joao Havelange.

Y soportando todos los abusos posibles, los sobreprecios delictivos de las entradas, las ventas de boletos con preferencias para los clientes de tal banco, el robo vergonzoso de la empresa vergonzosa llamada Vive Snack (que cobra siete mil pesos por una bebida con agua, una hamburguesa recalentada y unas papas industriales), las licitaciones falsas de derechos que se venden por una puerta y entran de regreso por la otra, los estáticos que nadie sabe a qué dirigente pertenecen, los proveedores que son dueños, que son licenciatarios, que son mafiosos, que se creen santos, que yerguen sobre la decencia, que huyen como ratas ante la verdad. Soportando que el fútbol haya sido convertido en un producto cualquiera, que se fabrica con mano de obra semi esclava en Bangladesh, se vende en la sala de espera del aeropuerto JFK y se paga en el paraíso fiscal de Islas Vírgenes. Soportando que para ver el fútbol no sólo haya que pagar cada vez más caro, sino que haya que pagar por jugarlo, por pensarlo, por conversarlo.

Soportando todo eso está la pelota, que la pueden pintar como un travesti, pero sigue, en el fondo, siendo blanca y redonda. Y no la pueden manchar. Y la gente, menos mal que sigue ahí, seguirá gritando los goles, sufriendo y disfrutando. Y será la mejor Copa América porque hace muchos años no reunían tantos buenos jugadores para disputar el torneo. A pesar de ellos, de sus derechos vendidos a medianoche, de sus paraísos fiscales, sus sobornos disfrazados de planes de desarrollo, sus mafias, su descaro, su mierda que es un producto, porque el fútbol, aunque les duela, es otra cosa. No se mancha. Aunque lo intenten una y otra vez la banda de Blatter, los matones de Grondona, los alcahuetes de Léoz. Así sea.