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La bomba de tiempo

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Pese a los llamados de Don Francisco, enfocarse en la obtención de la Copa América y no en las malas noticias de la ANFP, el balance del fútbol chileno el 2015 es malo. Hay una copa nueva, inédita, nunca antes lograda, eso no se puede borrar, pero la estructura, lo que sostiene todo, se fue a pique y su caída no se detiene. Nadie sabe cómo seguirá funcionando nuestro balompié el próximo año. Ni siquiera hay certeza de tener entrenador de la selección en los próximos 15 días

Para quien asuma la presidencia en pocos días, Milad o Salah, el aviso ya está pintado en el frontis de Quilín: no hay plata. Desde ya, los sueldos de la ANFP fueron pagados con atraso y esfuerzo. La auditoría forense sugerida por Ramiro Mendoza, quien se puso a investigar sólo después de que Jadue se entregara al FBI, es una necesidad ineludible.

Hay varias bombas instaladas en la ANFP que pueden estallar en cualquier momento. Una de ellas, ampliamente difundida, es el impresentable contrato de Jorge Sampaoli. No por los montos, que son cifras de mercado para un entrenador de su categoría, sino por la forma. Todos los expertos tributarios señalan que la figura utilizada para depositar el 80% de los ingresos del casildense en Íslas Vírgenes, supuestos “derechos de imagen”, constituyen en el menor de los casos elusión de impuestos, y en el peor, una flagrante evasión.

Sampaoli se queja de que el filtrar su contrato a los medios rompe la cláusula de confidencialidad. Lo que es cierto. Pero no es menos cierto que ese contrato no puede ser avalado por la nueva directiva ni el Fisco. Si el técnico argentino quiere seguir, hay que hacerlo de nuevo, con las mismas cifras, pero pagando todos los impuestos que corresponden.

La evasión tributaria en un delito grave, hay gente que no lo entiende o le parece irrelevante. El entrenador de la selección lleva el escudo de Chile en su buzo y se canta el himno cuando él trabaja. Debe ser un ejemplo. Si avalamos el delito tributario porque “Sampaoli gana”, estamos sentando un precedente nefasto: ganar a cualquier precio y aplastando las leyes. Luego, nos quejamos de Caval, Penta, Soquimich o las farmacias, pero nos parece bien que el entrenador de la selección evada impuestos. Como dice Eduardo Santa Cruz, con la selección nos comportamos como simios amaestrados donde ni la ley respetamos.

Pero hay otra bomba de tiempo que todavía no ha sido cotejada: los premios que la ANFP pactó con el plantel seleccionado. El contexto es ilustrativo: los jugadores negociaron horas antes de viajar a Uruguay, amenazando con quedarse en Chile si no se cumplían todos sus requerimientos y sugiriendo a los jirones de la ANFP que quedaban en ese momento, Varela y Baeza, que la Roja se presentara con la Sub 17. Con la pistola sobre la mesa, Varela y Baeza firmaron cualquier cosa. En el peor de los casos, si Chile queda eliminado del Mundial, el plantel recibirá ocho millones de dólares de premios. Ése es el piso.

Como están las finanzas de la ANFP son cifras poco realistas. No hay cómo pagar esos premios. Ni subiendo las entradas una vez más. Aquí hay una inconsecuencia de los jugadores: por un lado alegan que se bajen las entradas para la eliminatoria, que no se castigue al hincha, y por otro sus exigencias económicas obligan a cobrar cifras de economías desarrolladas por esos boletos.

Lo cierto es que el nuevo presidente de la ANFP, como en el caso de Jorge Sampaoli, tendrá que revisar este contrato. Y, cómo no, tendremos otro escándalo mayúsculo.

Qué verano se nos viene.