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Católica merece ser campeón

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El campeonato está al rojo vivo y nada está dicho. Universidad Católica, que ya aguantó una vez la presión de entrar a su partido dos puntos debajo de O’Higgins, ganó el clásico universitario sin apelación y este martes tendrá una nueva prueba de fuego ante el desesperado San Luis en Quillota.

Con todo, Católica merece ser campeón.

Nadie tiene la bola de cristal para decir si los cruzados ganarán el Clausura. Pero este fin de semana el equipo de Salas demostró que está hecho de la madera que se requiere para conquistar el título. No solo venció a la U sino que, a ratos, le dio un toque. El 2-1 fue extremadamente exiguo en función de las diferencias futbolísticas que hubo entre uno y otro.

Ganó el partido que tenía que ganar para ser campeón.

No se trata de situar a O’Higgins en una dimensión inferior ni mucho menos. Después de apabullar a Colo Colo, los rancagüinos sufrieron lo indecible para superar a San Luis en Rancagua y lograron un triunfo épico en El Salvador cuando todo parecía perdido. Ahí está su mérito. Si un equipo quiere ser campeón debe ganar a toda costa, juegue bien, regular o mal. Gane con autoridad o levantando partidos imposibles. O’Higgins pasó de tener un rendimiento superlativo ante los albos a jugar dos partidos solo regulares. Pero ganó todos. Y dará pelea hasta el final, tanto que durante 48 horas será el puntero del fútbol chileno. ¿Luego del martes por la noche? Está por verse.

Católica depende de sí mismo para ser campeón.

El cuadro de Salas aprendió la lección, se rearmó emocionalmente luego de la caída en el norte y sacó de paseo a la U. Cuando Matías Rodríguez convirtió el empate, la UC no entró en pánico y siguió firme en sus convicciones hasta conseguir el triunfo. Este martes recuperará a Nicolás Castillo y Benjamín Kuscevic. Carreño está tocado, Magnasco entre algodones y Espinosa fuera. Pero hay plantel.

Católica merece ser campeón y sería bueno que lo fuera.

Si O’Higgins acaba dando la vuelta olímpica será porque fue el mejor equipo del semestre y premiará a una entidad ejemplar institucionalmente, pero la UC tiene méritos que muy pocos destacan y encarnan todo lo deseable en un club chileno: tiene un entrenador chileno, plantel joven y mayoritariamente formado en casa. En la oncena titular hay ocho jugadores provenientes de la cantera y desde que Germán Lanaro perdió la titularidad (aunque volvió para el clásico universitario) no hubo jugadores extranjeros. En Quillota, si vuelve Kuscevic el equipo titular volverá a ser netamente chileno.

En una época en la que aun lamentamos la torpe norma, corregida gradualmente a la baja, de permitir la contratación de siete extranjeros, con cinco habilitados para jugar simultáneamente, que el principal candidato pueda ser campeón con el 80 por ciento de sus titulares formados en las divisiones inferiores y sin extranjeros es un enorme paso adelante. Una demostración de que invertir en la captación y desarrollo de los cadetes da frutos. Y una identidad que nadie en el fútbol chileno puede lucir.

Tosseli, Magnasco, Maripan, Kuscevic, Manzano, Carreño, Rojas, Fuenzalida, Vargas, Castillo, Gutiérrez, Alvarez, Lobos: el ADN de Católica corre por sus venas, proviene del laboratorio cruzado.

Tal vez Católica no sea el club más querido de la comarca, tenga tareas pendientes con sus socios y deba darle más participación a los Cruzados Caballeros. Probablemente se equivocó en varias contrataciones en los últimos años y más de algún título dejó escapar. Pero siempre está ahí, tratando de liderar el servicio al cliente con sus hinchas, siendo protagonista en los torneos locales, promoviendo a sus jugadores jóvenes. Todos bien formados, porque si algo caracteriza a la UC es que arma a sus jóvenes para toda su vida útil como futbolista.

Por eso y por la sólida campaña que está cumpliendo de la mano de Salas, Católica merece ser campeón. Seis años es una eternidad y sus dirigentes, jugadores e hinchas ya sufrieron demasiado.