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Hernández

¡Una vergüenza!

Actualizado a

En entrevista con El Mercurio, el ex presidente de la Federación de Tenis José Hinzpeter admitió muy suelto de cuerpo que del millón de dólares donado por Jaime Musalem para desarrollar el tenis de menores y financiar a los niños de bajos recursos no quedaba un solo billete verde. Explicó que el dinero se depositó en una cuenta especial y que los compromisos de la FTCh obligaron a usar parte de esa plata en otros fines. ¿A dónde fueron a parar los dólares? A gastos administrativos de diversa índole.

Musalem hizo la donación en noviembre de 2014. Al cambio de la época: 590 millones de pesos.

Durante poco más de un año, el directorio presidido por Hinzpeter incumplió de manera flagrante el contrato que imponía destinar ese capital a los jugadores de escasos recursos. Según estimaciones contables de la actual directiva, los menores sólo recibieron entre el 20 y 25 por ciento de ese dinero. El resto permitió sanear el agujero económico de la administración anterior. A nadie le importó desconocer de manera tan burda el compromiso firmado.

Al abandonar la presidencia, Hinzpeter le aseguró a la directiva entrante que dejaba un saldo de alrededor de 100 millones de pesos depositado en fondos mutuos. Entonces, y sin sacar conclusiones por adelantado, los nuevos directores intentaron obtener un permiso de Musalem para emplear parte de ese dinero en la preparación y envió a Centroamérica del equipo de la Copa Federación, el equivalente femenino de la Copa Davis. Tras recibir la autorización contractual, previo compromiso de devolver ese dinero al fondo destinado nominalmente a los menores, se produjo la sorpresa: no quedaba un solo peso. ¿Y el saldo al que refería Hinzpeter? Humo.

Prácticamente toda la plata de Musalem se gastó en torneos, Copa Davis o llegó a gente que hizo trabajos para la federación: proveedores, árbitros, jugadores de la Davis y funcionarios. Es que el dinero del mecenas se mezcló con la contabilidad habitual de la orgánica. Al propio Marcelo Ríos, le cancelaron varios millones por su trabajo en la Copa Davis. Pero, de seguro, el Chino no habría aceptado el pago si hubiera conocido el origen de esos recursos.

Resulta llamativo que un destacado abogado de la plaza como Hinzpeter validara el incumplimiento contractual de una causa tan noble como el apoyo a los jugadores destacados de escasos recursos. Hoy circula en Facebook un video de Matías Soto, quien en su primer año como juvenil se ubica en un meritorio 103 del ranking ITF y no tiene plata para ir de gira por Europa y jugar la clasificación de Roland Garros. ¿Qué diría Musalem si se enterara que el joven copiapino tuvo que publicar una cuenta rut para intentar financiar el viaje?

La desprolijidad, desfachatez e indolencia del anterior directorio asombra. Revela mediocridad y un desorden financiero abrumador. Claro, como la gestión comercial y administrativa no permitía generar los recursos necesarios para la otras áreas, qué mejor que vivir a costa de la donación de Musalem y dejar a los Juniors sin dinero. De no creer.

Me detengo en el caso de Marcelo Tomás Barrios, un mega proyecto del tenis chileno, que terminó en 2015 como top ten del ranking mundial juvenil y acaba de ganar en México su primer torneo futuro. Un jugador de enorme potencial. El directorio anterior lo apoyó significativamente con cargo a estos recursos. Quién podría cuestionarlo. Uno podrá debatir si correspondía o no en función de la naturaleza de la donación de Musalem, pero se trató de una plata bien gastada y, por lo demás, merecidísima. A la familia de Barrios no le sobra el dinero y, sabemos, el tenis en esta etapa de la pirámide de desarrollo profesional es deficitario. Todo es gasto y el retorno muy marginal.

El punto es que no hubo 10 ó 20 Barrios en esta pasada. Si así hubiera sido, le explicábamos a Musalem que parte de su dinero se gastó de la mejor manera posible. El problema es que la donación acabó convertida en una ensalada de múltiples gastos en áreas que deberían haber tenido otras vías de financiamiento.

Hoy el sueño de Musalem no existe. Y el de los niños de bajos recursos tampoco. La federación, amarrada por un contrato que el directorio pasado no respetó, debe devolver el dinero. ¿De dónde? Nadie sabe. Vaya panorama para un deporte que sigue remando contra la corriente.