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El realismo mágico de Paredes

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Si a Esteban Paredes le hubieran dicho que su gol número 216 llegaría en un clásico contra la Universidad de Chile y que su equipo ganaría en el último minuto, es probable que el delantero no lo habría imaginado. Seguramente la noche de este sábado, cuando el jugador con más goles anotados en los 89 años de fútbol profesional, cerró los ojos y estuvo solo por primera vez la jornada, pensó en eso, en que el 5 de octubre del 2019 fue mejor que cualquier sueño posible.

Esteban Paredes no fue el jugador más destacado del partido en que Colo Colo venció a la Universidad de Chile por 3-2. Ese lugar se lo disputan otros como Pablo Mouche, asistidor de los tres goles albos, Gabriel Suazo, cada vez más parecido al jugador que puede llegar a ser o Jaime Valdés, cuyo ingreso fue esencial para la remontada blanca. Paredes no fue el más destacado, pero sí fue la figura. Con su pase a la red para anotar el 2-1 parcial, después de una generosa cesión de Mouche, alcanzó al fin la cifra necesaria para superar por un tanto a Francisco Chamaco Valdés y ser el exclusivo goleador en toda la historia de torneos locales. Con eso se alivió de una tensión más bien construida por los externos. Los dirigentes que tenían preparados homenajes, algunos sutiles otros tropicales (que por suerte fueron descarados) y también por los medios, expectantes de que el zurdo convirtiera para sacar a relucir las notas preparadas hace rato. Porque todos sabíamos que el gol llegaría, la duda era cuándo.

Los méritos del juego son un factor del juego, pero no el único. Por méritos, quizás la U no debió perder. Fue mejor en el primer tiempo, abrió la cuenta y pudo convertir el segundo. Lo tuvo Oroz antes del descanso y Fernández, regresando del mismo. Los partidos tienen momentos y Universidad de Chile, en su momento, anotó solo un gol. Colo Colo aprovechó el suyo, convirtiendo dos. El ingreso de Jaime Valdés fue determinante pues los albos estaban embotellados por carecer de un jugador que sirviera de nexo entre las líneas y porque la U presionaba la salida con efectividad. El Pájaro se sabe jugador de clásicos y demostró ese factor pidiendo la pelota y siendo actor relevante. Mouche y Suazo unieron fuerzas por la izquierda y superaron la resistencia de Matías Rodríguez para los dos primeros goles albos.

La U, otra vez, fue capaz de pararse. Como contra Palestino. El gol de Angelo Henríquez los metió de nuevo en la batalla. Incluso el 9 tuvo otra chance y no le entró bien a un zurdazo. ¿Cuántas llegadas tuvo Colo Colo después del empate azul? Ninguna. Incluso el córner desde donde surge el cabezazo de Barroso no debió existir. Lo provocaron las dudas de De Paul. El 3-2 fue un cierre que quizás, desde el juego, no merecía ganar Colo Colo ni perder la U. Pero los méritos son solo una parte. En este tipo de partidos también juegan aquellos elementos difíciles de explicar: la jerarquía, la resistencia, ese destino que parecía estar escrito en favor de Paredes y su equipo.

En Cien años de soledad, García Márquez divide sus capítulos en páginas iguales, precisas. Cada sección empieza y termina de la misma manera. La escena original se repite en el cierre. Como un círculo, como un destino determinado por una mano invisible. El primer gol de Esteban Paredes fue a la U, jugando por Santiago Morning. El gol del récord fue ante la U, jugando por Colo Colo. Como un destino circular. Como si fuera realismo mágico. Como si el Monumental hubiera sido, por 95 minutos, un sitio parecido a Macondo.