Hernández

La verdadera mala idea

Las declaraciones del senador Felipe Harboe respecto de la conveniencia de que Chile deponga la organización -no la candidatura como erróneamente dijo- de los Juegos Panamericanos de Santiago 2023 eran cuestión de tiempo. Si la moción no provenía del parlamentario PPD hubiese llegado desde cualquier sector. Total, sacarle piso al deporte siempre ha sido sencillo. Y cíclico. Tiene costos bajos. Una repercusión acotada y, por lo general, un rechazo menor en la opinión pública. Da lo mismo la historia y que el país haya renunciado dos veces antes a este evento. Poco importa la imagen país y una credibilidad que tardó años en reconstruirse.

No se trata de tapar el sol con un dedo y desconocer el momento que se vive. Es evidente que así como el IDN debió congelar el proyecto del estadio de los Ángeles, cuyo costo alcanzaba 9 mil millones de pesos, cada iniciativa de mayor envergadura debe ser revisada y, eventualmente, reformulada. Pero de ahí a decir que hay que renunciar a los Panamericanos, el mayor evento deportivo desde el Mundial del 62, hay un mar de diferencia.

Los tiempos que corren son complejos, la crisis obliga a revisar las prioridades, establecer nuevos criterios, fijar posiciones que pueden llegar a colisionar con intereses antagónicos. La pandemia y sus feroces efectos financieros imponen destinar amplios recursos para apoyar a las pymes, los quintiles más bajos y la clase media, pero la pregunta es por qué la tecla tiene que ser siempre la misma, por qué una de las soluciones debe ser con un cargo tan brutal al deporte chileno. De seguro, Harboe no está solo en esa postura. No quepa duda que muchos más se sumarán.

Por ahora, el IND está ajustando sus presupuestos. Reevaluando sus programas. El deporte escolar y universitario debieron reducir su inversión en un 25% y otras áreas se están reacomodando con restricciones similares. Se entiende. Es lo que cabe en un contexto sin precedentes. Lo cuestionable es que un senador de la república sin un estudio que respalde su propuesta pretenda cancelar un evento país, un certamen único para los deportistas chilenos y decenas de miles de aficionados. Un hito que generará empleo y un circulo virtuoso multidisciplinario en torno a su desarrollo.

Si hay que echar mano a recursos ya comprometidos y redefinir políticas publicas lo sano sería que cada una de esas contribuciones o redestinaciones provengan de análisis serios de eficiencia. Quizá llegó la hora de tomar esta oportunidad, revisar el aparato estatal, su tamaño y productividad y, sobre todo, los criterios del gasto público. Nadie discute que se requieren recursos, que habrá que generar condiciones para fomentar el empleo y la reactivación del país, pero acaso la puesta en marcha tiene que ser dándole un golpe mortal al deporte y los Panamericanos. Primero veamos qué ahorros son razonables, dónde se puede achicar el presupuesto de Santiago 2023. Un ejemplo: si no hay plata para refaccionar el court central del estadio Nacional, ok, que el tenis se juegue en San Carlos de Apoquindo. Por suerte, el deporte chileno cuenta con un club de estándar internacional como Universidad Católica.

Entendamos de una vez al deporte como una actividad relevante. Clave para a salud de los chilenos. La pandemia dejó en evidencia que un porcentaje no menor de nuestra sociedad padece enfermedades de base que podrían no existir o ser menos complejas si a través del tiempo hubiésemos tenido una mayor cultura deportiva, de vida y alimentación sana. No involucionemos. Borrar del mapa a los Panamericanos es una pésima idea. El futuro debe ser con más deporte, no con menos.