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No puedo, juega Vidangossy

Actualizado a

Cuando apareció Mathias Vidangossy con su gambeta irreverente en la Unión Española, vimos de inmediato a un jugador diferente, uno de esos que podían hacer lo que el resto pensaba. Si bien había hecho inferiores en la Universidad Católica, fue en el cuadro hispano donde exhibió los primeros atisbos de un talento creciente.

Mathias Vidangossy jugaba por el rojo de Santa Laura y por la Roja juvenil de Chile, la misma de Alexis, Isla, Vidal, Medel, la que fue tercera en el mundo en el 2007. Todos gozábamos cuando lo veíamos jugar. Gozaban los entrenadores, los compañeros, la prensa, hasta los rivales lo respetaban.

Gozaban todos, menos él.

Entrar en el insoldable terreno de las relaciones humanas no es sencillo. Vidangossy, como lo ha narrado en diferentes momentos de su vida, debía luchar contra los rivales y sus propios demonios, tan inesperados como inexplicables. El público, el hincha y también los medios de comunicación, medíamos resultados en frío, como si eso fuera un valor inmenso. El talentoso jugador parecía quedarse estancado en relación a sus ilustres compañeros de generación. Desde afuera no sabíamos que el partido de Mathias Vidangossy no duraba noventa minutos ni se jugaba en una cancha. Era mucho más extenso y difícil. La depresión es tan difícil de entender cómo difícil de explicar.

Se fue y volvió varias veces. Ahora está de regreso y no podemos dejar de mirarlo en la cancha. Lo que hace con balón y sin él, la forma de entender el juego y ejecutarlo, lo instala en un estilo de juego que hoy casi no vemos. En un fútbol atlético, físico, táctico, donde los espacios se reducen, donde las estrategias le ganan a la creatividad individual, donde las marcas parecen ser más relevantes que el juego, Mathias volvió a demostrar que siempre habrá un espacio para el que juega distinto a la pelota, el que piensa antes que el resto, es que goza el fútbol dando pases y asistencias que parecen sacadas del sombrero de trucos de un mago.

Acá no vamos a pedir nominaciones ni vamos a comparar a Vidangossy con nadie. Sólo aplaudimos el regreso de un estilo de juego que parecía desterrado. ¿De qué juega Vidangossy? Es un futbolista inclasificable. La inteligencia de su entrenador John Armijo fue convertir esto que mucho ven como un defecto en una virtud. El equipo se organiza, cumple misiones, respeta roles, sigue un diseño de juego. Y Vidangossy juega libre. ¿De qué juega Vidangossy?, volvemos a preguntar. De volante, de extremo, de media punta, de delantero, de organizador. Un poco de todo. De nada fijo. Y en el prometedor arranque de Melipilla lo han comprendido. Ante la UC anotó un golazo de esos que se convierten en la play. Contra Wandereres jugó un rato de delantero, otro rato por la derecha, después se fue a la izquierda. Iba encontrando su lugar según el momento del partido.

Muchos dicen que Vidangossy no fue tan exitoso como varios de sus compañeros de generación, donde él era uno de los mejores. Pero esa es una cara del éxito, la externa, la que ve el resto y evalúa a partir de mediciones como el dinero, los títulos, las Copas conseguidas. Y esa visión es totalmente válida. Pero el éxito tiene otra dimensión, aún más relevante. La interna, la propia, la que confrontaba a Mathias con sus propios demonios. Y ese partido parece que al fin lo está ganando.

Mientras tanto, nosotros lo vemos jugar y gozamos con un futbolista diferente. Ojalá pueda disfrutarlo él mismo. Por fin. Se lo merece.