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HUERTA

Dejen de llamarle tenis

"¿Cómo puede ser que los tres que nombré jueguen al mismo deporte que el resto? Es imposible. Hoy fuimos testigos de uno de los acontecimientos más importante en la historia del deporte..."

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"¿Cómo puede ser que los tres que nombré jueguen al mismo deporte que el resto? Es imposible. Hoy fuimos testigos de uno de los acontecimientos más importante en la historia del deporte..."

Dejen de llamarle tenis. De verdad. Tenis es lo que jugamos en un club, con un amigo. Tenis es tener preparado el revés a una o dos manos pero justo se te cruzó por la cabeza jugar un slice y al final el golpe no fue ni lo uno ni lo otro. Tenis es fallar una pelota sencilla, porque el tenis es eso: convivir con el error. Pero lo que hacen Novak Djokovic y Rafael Nadal -y también Roger Federer- no es tenis. Es otra cosa.

¿Cómo puede ser que los tres que nombré jueguen al mismo deporte que el resto? Es imposible. Hoy fuimos testigos de uno de los acontecimientos más importante en la historia del deporte. En Francia, país donde se realiza Roland Garros, el presidente Emmanuel Macron, en conjunto con los organizadores del torneo, decidieron hacer una excepción al toque de queda reinante en París para que el partido acabara con público en las tribunas. ¿En qué otra situación se dio eso? ¿Se dan cuenta de lo loco que suena con solo pensarlo? Pero pasó, y gracias a la obra de arte que decidieron crear Djokovic y Nadal.

Esto claramente es subjetivo, pero personalmente creo que la semifinal de hoy fue uno de los mejores partidos de la historia. Se unió al grupo que integran el Federer-Nadal de Wimbledon 2008 o el Djokovic-Nadal de Australian Open 2012. Pero el de París tiene un gusto especial, porque puede ser el duelo más determinante en la historia del tenis.

Pensemos en este escenario: Rafa Nadal buscaba su 14° Roland Garros que le permitía llegar a los 21 títulos de Grand Slam y situarse en el primer lugar de la lista, por sobre Roger Federer, que tiene 20. Haberse quedado con el trofeo francés significaba tener tres de diferencia respecto a 'Nole', que hasta ahora cuenta con 18. Pero la situación cambió. Ahora Djokovic está a tres sets de quedar a una sola conquista de los otros dos jugadores más grandes de la historia.

Si el serbio vence a Stefanos Tsitsipas en la final de Roland Garros, tendrá a la mano generar un triple empate en la cima. Piensen en esto: para aquello, sin contar triunfos por walkover o retiros, tendrían que haber ganado 420 partidos, es decir, 1.260 sets. Hay tenistas que sueñan con tan solo entran a un cuadro de 128 jugadores. Otros que anhelan ganar una primera ronda de Futures para aparecer en el ranking 15 días después. Estos señores están a nada de haberse repartido 60 títulos. Inhumanos. Bestias.

Para mí, 'Nole' es el máximo favorito a ganar Wimbledon, por más que la vuelta de Federer genera la expectativa de siempre. ¿Y qué es lo importante de esto? Que Djokovic, perfectamente, podría finalizar el año con el Golden Slam (ganar los cuatro grandes en la misma temporada). Y si el físico lo acompaña, el Abierto de Australia 2022 perfectamente podría ser suyo por décima vez.

También pienso que quien tenga más Grand Slams al final de sus carreras, será el más grande de la historia. Es simple. Sí, Roger Federer es el representante fiel de la belleza y la perfección en el tenis, pero 'Nole' va a camino de romper todos los récords del suizo y de Nadal. Y si ponemos en la balanza el mejor momento de los tres, estoy convencido que el serbio es el más dominante.

¿Dije tenis en el párrafo anterior? Discúlpenme. Se supone que lo es, porque así se llamó durante toda la historia. Pero estos últimos 15 años Djokovic, Nadal y Federer no jugaron al tenis. No sé qué es, pero seguro que tenis no. Nunca habrá nada igual.