ENTREVISTA AS
La nueva figura chilena: “Me decían que era mala y me iba llorando a la casa; hoy estoy feliz”
La jugadora de 22 años es la nueva pareja de la histórica Fran Rivas. La joven deportista también estudia Derecho: “Casi no puedo ir a clases”.
Es la pareja del momento en el deporte chileno. La histórica Francisca Rivas (36), medallista de vóleibol playa en Juegos Odesur, Bolivarianos y otros varios torneos, dejó a Chris Vorpahl y decidió unirse recientemente a Amanda Recart, de apenas 22 años, pero con gran proyección en la disciplina. “La ‘Fran’ tiene mucha experiencia y me guía”, dice, en diálogo con AS.
Y los éxitos llegaron pronto. El pasado domingo 28 de enero, ambas se coronaron campeonas nacionales de la segunda jornada de vóleibol playa que se disputó en El Tabo. “Estamos muy felices, porque nuestro objetivo era ganar la fecha. Cualquier otra cosa que no fuera ese resultado, íbamos a quedar disconformes”, agrega Recart.
Sin embargo, para la también estudiante de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile, las cosas no han sido fáciles. Sólo el entrenamiento constante y la perseverancia le permitieron lograr notoriedad. “Comí banca hasta los 14 años”, adelanta.
- ¿Qué significa para usted compartir con Francisca Rivas?
- Primero, como persona ella es increíble. Somos muy cercanas desde siempre. Pero también para mí ha sido un desafío, porque es un logro llegar hasta esta posición, pero lo difícil es estar a la altura, cumplir y hacer bien la pega.
- ¿Qué cree que aporta cada una a la dupla?
- Físicamente yo me siento excelente, entonces creo que la ‘Fran’ pone el cerebro, por decirlo de alguna forma. Yo las corro todas, si hay que saltar un millón de veces, lo hago (ríe). Funciona harto esa mixtura entre alguien más joven y alguien más experimentado. Yo llego bien a las pelotas, pero en la toma de decisiones ella es muy importante. Me dice “estás muy acelerada, baja un poco”, o lo que sea. Y eso es súper bueno.
- ¿Cuándo comenzó a jugar vóleibol?
- Yo empecé a jugar vóleibol en el colegio, muy chica. Me acuerdo que no era la más mala, pero era mala (ríe). Era muy bajita y hacía mil deportes, y creo que en todos los otros era mejor que en el vóleibol. Pero todas mis amigas de ese tiempo lo practicaban, entonces yo también lo hice, pero lo pasaba mal. Había compañeras medias pesadas que me decían “jugaste pésimo” y yo me devolvía llorando a la casa. Y comí banca hasta como los 14 años. Pero justo a esa edad me pegué un estirón gigante, crecí y la cuestión cambió mucho. Aunque nunca me lo tomé demasiado profesional hasta que me cambié del indoor al vóley playa, hace dos años. Sí entrenaba en el Club Manquehue, jugaba la liga nacional y todo, pero no estaba obsesionada. Si quería irme de vacaciones, lo hacía, y así. Hoy ya llevo 3 vacaciones familiares seguidas donde no estoy (ríe).
- ¿Por qué decidió dejar el indoor para dedicarse al vóleibol playa?
- Me acuerdo que, a fines de 2021, me sentía súper bien jugando. Yo estudio Derecho en la UC, entonces jugaba ahí y teníamos un equipazo: estaba Paula Salinas, Karen Morales, Cata Agurto… Bueno, ganamos la liga universitaria y yo después de eso me peleé con mi entrenador, estaba chata, pero no quería dejarlo. Y cuando vi los Panamericanos Junior de Cali en 2021, vi el vóley playa y pensé “yo podría haber estado ahí”. Ese fue el momento.
- ¿Cómo es para usted compatibilizar sus estudios de Derecho con el deporte de alto rendimiento?
- Lo que entrenaba antes no tiene nada que ver con lo de ahora. Me iba bien, podía compatibilizar porque, al final, toda mi vida he hecho deporte, entonces estaba acostumbraba. Pero ahora tengo que tomar muchos menos ramos, porque viajo mucho. Entreno dos veces al día, voy al kinesiólogo, tengo coach deportivo, entonces casi no puedo ir a clases. Después a fines de semestre doy exámenes que valen prácticamente el 100%. Me la juego ahí, pero trato de ser muy matea, leo todo antes. Este semestre pasado sólo tomé tres ramos, bien peludos todos, fue duro, pero me fue bien y los pasé. En la UC me han apoyado mucho. Guillermo Gajardo ha sido mi salvador. Voy con él para flexibilizar mis horarios, le digo “tengo este torneo, necesito justificar esto” o cualquier cosa, y gracias a él me han dejado dar exámenes acumulados, no tener asistencia, me han corrido pruebas, etc.
- Además del deporte, ¿qué otras aficiones tiene?
- Principalmente, me gusta estar mucho tiempo con mis amigas. Soy amiga de Rocío Muñoz, de la Javi Musalem, que son atletas, entonces tenemos la misma vida. Y como en verano estoy todo el tiempo en Santiago por el deporte, me junto con ellas. Y con mi mamá también me encanta pasar tiempo.
- Hemos visto que con Rocío suben muchos videos a TikTok también...
- Sí, obvio, nos gusta, es que somos muy parecidas de personalidad todas, siento que nos gusta pegarnos el show (ríe). Creo que ha sido mejor grupo de amigas de la vida. Si una dice “vamos a la punta del cerro”, la otra dice “ya, vamos”. Son demasiado apañadoras. Hacemos pijadas. Son increíbles, nos entendemos muy bien.
- Sobre las redes sociales, hoy tiene 8 mil seguidores en Instagram, un número que seguramente irá en aumento. ¿Le entusiasma la faceta de influencer?
- (Piensa) Me gustaría sólo porque es una manera de financiar mi carrera como deportista. La verdad es que es más fácil vivir de las redes sociales que vivir del vóleibol. Creo que es una herramienta que necesito, pero que también es de doble filo, entonces hay que tener cuidado. Hay mucha exposición, a veces te pueden distraer de lo importante y ese tipo de cosas.