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Escapó de Ucrania y hoy es una de las figuras del continente: “Sentí el ruido de una bomba que explotaba”

En febrero de este año, la invasión de Rusia conmocionó al mundo. El futbolista uruguayo estaba en Kiev cuando todo estalló. “Por momentos me tocó llorar”, le cuenta a AS.

Carlos de Pena, mediocampista uruguayo de 30 años, vivió este 2022 una de las peores experiencias de su vida cuando le tocó estar en Kiev para la invasión de Rusia a Ucrania. “Por momentos me tocó llorar”, admite en conversación con AS. “Vi situaciones de chicos que estaban conmigo, que llamaban a sus padres para despedirse o mujeres con hijos pequeños, que pudo ser el caso mío. Los recuerdos no son muy lindos”.

Hoy su presente es distinto. Decidió retornar a Sudamérica en busca estabilidad y firmó en Internacional de Porto Alegre. La apuesta le resultó bien: se transformó en figura y terminó segundo del Brasileirao. Un cierre de año que permite mirar y reflexionar con más tranquilidad sobre todo lo que le ha tocado vivir.

Carlos de Pena jugando Champions League por el Dínamo de Kiev. De fondo, Lionel Messi.

- Estuvo casi cuatro años en Ucrania y el final llegó este 2022 por la invasión rusa. ¿Cómo fueron esas primeras noches allá tras la ofensiva?

- Vuelvo a Ucrania en enero del 2022 a hacer la pretemporada, estuve cinco días donde la situación se daba en el Este, en la frontera con Rusia, como venía desde el 2014. Nosotros nos vamos a Turquía y España de pretemporada, volviendo alrededor del 20 de febrero, para comenzar el campeonato el 26. Yo por suerte estaba solo, mi familia estaba en Uruguay y vendrían a fines de febrero. El miércoles 23 de febrero el presidente del club nos transmitió tranquilidad, sobre todo a los extranjeros, de que la situación en la capital estaba controlada, que no iba a pasar nada, que había hablado incluso con el presidente del país y que podíamos estar tranquilos de que nada iba a pasar. pero sinceramente no lo tomé de esa manera.

- ¿Cómo lo tomó?

- Con un compañero brasileño decidimos sacar un pasaje para irnos al otro día a Turquía, el jueves 24. Esa noche recuerdo haber ido a casa, estaba cenando, hablé con mi mujer y me fui a dormir a eso de las 12 de la noche. Y a las 4 de la mañana recuerdo despertarme con el sonido de dos aviones que pasaban por arriba de casa. Se sintieron bastante próximos. Y ahí, cuando me levanté, sentí el ruido de una bomba que explotaba, no sé si fue cerca o lejos, pero la pude sentir. Había caído en el aeropuerto, a 15 o 20 kilómetros de mi casa. Y a partir de ahí, el nerviosismo me ganó.

- ¿Qué hizo?

- Me junté en seguida con mi compañeros brasileños, porque vivíamos en el mismo barrio, incluso algunos jugadores del Shakhtar, que fue con los que luego me quedé vivían por ahí, por lo que todos juntos nos fuimos a un hotel en el centro de Kiev, donde concentraban ellos. Estuvimos tres noches en un piso subterráneo, una especie de búnker, con incertidumbre, con miedo, no sabiendo qué iba a pasar y tratando de transmitirle a nuestras familias tranquilidad, cuando nosotros no la teníamos. Esa es la parte más difícil, decirle a mi familia que todo iba a salir bien cuando realmente no tenía la certeza, pero por suerte hoy lo puedo contar como una anécdota.

- ¿Se sufre más por la familia que por los bombazos?

- La noche del jueves, que fue la primera, recuerdo que fue una noche relativamente tranquila en cuanto a lo que se sentía de afuera. La noche del viernes fue más complicada, porque ya se sentían bombas cercas, se hablaba de que el ejército ruso ya estaba cerca de la capital, habían enfrentamientos dentro de Kiev entre ucranianos y rusos. Los momentos más difíciles eran cuando hablaba con mi familia, en los que mucha gente me trataba de transmitir tranquilidad, apoyo o fuerza y uno no lo sentía de esa manera. Decirles “quédate tranquilo, que en unos días estoy ahí” o que en un par de días nos comeríamos un asado juntos cuando no tenía la certeza de que iba a pasar... por momentos me tocó llorar o irme a un lugar tranquilo para entender un poco lo que estaba sucediendo. Y también vi situaciones de chicos que estaban conmigo, que llamaban a sus padres para despedirse o mujeres con hijos pequeños, que pudo ser el caso mío. Los recuerdos no son muy lindos.

- ¿Cómo fue su salida de Ucrania?

- Estábamos en contacto con las embajadas, que nos iban dando posibles salidas, pero nosotros éramos un grupo de 50 personas y no era tan fácil, habían chicos pequeños y adultos mayores. Teníamos decidido que, cuando saliéramos, salíamos todos juntos. Había un tren que salía de una estación que estaba a 15 minutos en auto. y salía hacia la frontera de Polonia, Rumania y luego Moldavia. Nos subimos todos en un vagón y fueron momentos difíciles, porque había mucha gente desesperada. Estuvimos en ese tren 17 horas y no nos bajamos en la frontera con Polonia.

- ¿Por qué razón?

- Había más gente y sería más difícil cruzar. Decidimos continuar el trayecto hasta la frontera de Moldavia, donde la Federación Ucraniana de Fútbol nos proporcionó un autobús que nos cruzó, en un trayecto de cuatro horas. En Moldavia ya estábamos un poco más tranquilos, porque estábamos fuera de territorio ucraniano y quizás ahí empezamos a sentir de que sí estábamos camino a casa y ya podíamos transmitir a nuestras familias más tranquilidad. Ahí fuimos de Moldavia hasta Rumania en autobús, nos demoramos 12 o 13 horas, llegamos a Bucarest, donde pasamos la noche. Al día siguiente embarcamos en avión hasta París, luego Sao Paulo y, en mi caso, Montevideo.

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