Entrevista AS

Se repone de una dura pérdida personal y escala en la B: “Hay días de mucha pena”

Su madre falleció en medio de la vorágine del Ascenso y el DT siguió junto al plantel, sumando tres triunfos seguidos: “Mi vieja siempre me inculcó que cumpliera”.

Los días previos al partido contra San Luis fueron de gran tristeza para Juan José Ribera. Al DT de Temuco le tocó despedir, en la capital de La Araucanía, a su madre, Ana María Fonseca. Luego, estuvo en la banca durante la caída por 2-1 contra el cuadro de Quillota y, en el duelo siguiente que fue victoria por 2-0 contra La Serena, el estratega se refirió al fallecimiento de su progenitora. Contó que era un momento muy difícil y agradeció públicamente a quienes lo acompañaron.

Casi un mes después de la partida de su madre, Ribera hizo un alto en su actividad en el Campeonato Ascenso para abordar con AS el momento que afronta. “Estoy todavía en el proceso posterior, uno tiene días buenos y malos. El hecho de estar acá en Temuco como que, a veces, acrecienta un poco más el tema, porque constantemente me trae los recuerdos con mi vieja. A los 15 años me fui de casa, por el fútbol, a Santiago y anduve en varios lados. No estaba ciento por ciento con ella en Temuco, pero hoy día justamente estoy en la ciudad y los recuerdos se te vienen en cada lugar que uno visita”, sostiene Ribera, quien anoche estuvo al frente del equipo en el triunfo ante Universidad Católica.

“Como que florece un poco más la angustia y la pena, pero la recuerdo con muy lindos momentos. Todo lo que vivimos fue hermoso. Generalmente venía para acá en las vacaciones. Siempre estaba esa recepción de atender en el fondo a su niño, a su hijo, el regaloneo máximo. Los recuerdos duelen mucho, por su partida, porque fue muy rápido. Tengo tres hermanas (Alejandra, María Cristina y María José) y está también mi viejo (Juan Jose Ribera Jaque) y todavía como que no podemos asimilarlo mucho”, agrega el DT, quien suma tres triunfos seguidos con Temuco que hoy tienen al equipo sureño en el tercer lugar en la tabla de posiciones.

- ¿Cómo está su familia?

- Nos hablamos harto, nos estamos apoyando bastante, dentro de lo que se puede, como hermanos. Estamos muy cerca de mi papá también, porque quedó solo en la casa. Estamos siempre tratando de acompañarlo en eso. Hay días de mucha pena. La tengo acá en el cementerio cerquita, todas las semanas la voy a visitar, a conversar con ella. Es muy pronto todavía, hay que ir asimilándolo. Siento que es un dolor que va a quedar para siempre y hay que aprender a vivir con él.

Ana María Fonseca junto a Lourdes y Dominga María, las hijas de Ribera.

- Justo coincidió que había vuelto a Temuco a dirigir el club de su ciudad…

- Sí, claro. A mi mamá en octubre del año pasado le detectaron su cáncer. Yo estaba en Audax Italiano y tuve que viajar para acá después de la operación que le realizaron en el riñón. También pude compartir con ella después, en las vacaciones. Es una enfermedad muy letal, pero a mi vieja se la llevó muy rápido y los últimos tres meses fueron de mucha compañía. El hecho de estar acá me permitió trabajar y también acompañarla. Estuvo hospitalizada mucho tiempo y la pude acompañar también. Las últimas dos semanas fueron muy duras en cuanto a su estado, estaba bien deteriorada. Afortunadamente, pudimos como hermanos acompañarla y, después de 17 años fuera de Temuco, pude estar estos tres meses con ella. Eso eso fue impagable.

- ¿Estar cerca en ese momento fue una de las razones para aceptar la propuesta de Temuco?

- No, no directamente. Fue parte de lo que evaluamos, porque uno piensa ‘qué bueno estar con mi mamá, que está enferma y acompañarla’. Mis hermanas se estaban llevando todo el peso de las cosas, la clínica, las sorpresas en cuanto a los exámenes, la compañía… Sentía la necesidad de estar en Temuco y justo se dio que Raúl Jélvez y Marcelo Salas me habían hablado mucho tiempo antes. Te cuento una anécdota: ellos me hablaron el 6 de noviembre, cuando había terminado en Audax. Los dos me escribieron, pero lo hicieron a mi número antiguo y a mí nunca me llegó el mensaje. De hecho, yo estuve cerca de venir el año pasado.

- ¿Tiene un valor distinto estar ahora en el club y en medio de lo que le tocó vivir?

- Sí, soy hincha de Temuco también. Estar acá es un privilegio, un honor. En los 90 iba al antiguo (estadio Germán) Becker a ver los partidos. Estar ahora en la dirección técnica del equipo del que soy hincha es una satisfacción. También pude estar al lado de mi vieja y acompañarla en un proceso que nunca pensamos que iba a ser tan rápido. Estar con ella en los últimos momentos, darle la mano y hacerle cariño en la cabeza son cosas que no me voy a olvidar. Es algo que pasó y fue como un valor agregado. No es que yo haya venido para acá porque mi mamá estaba enferma. Se juntaron muchas cosas. Hubo un interés del club, también mío, y lógicamente que acompañar a mi mamá, a mis hermanas y a mi papá en este proceso. Sabíamos que iba a ser difícil, fue demasiado rudo.

“Mi mamá me llamaba después de los partidos, también hablábamos antes. Me hacía sus comentarios”.

Juan José Ribera

- ¿Evaluó alejarse de la banca algunos días? Dirigió inmediatamente ante San Luis en Quillota.

- Mira, solamente me perdí un día de entrenamiento, que fue el día más difícil. Ese día entrenábamos en la tarde y mi mamá falleció en la mañana. No fui y en mi cuerpo técnico se encargaron de todo, siempre estuvieron también acompañándome. Después, yo tomé la decisión de seguir dirigiendo, porque mi vieja siempre me inculcó y siempre quiso que yo cumpliera con mi trabajo. De hecho, no viajé con el plantel, viajé después directamente. Lo hice porque sé que mi vieja hubiese querido eso.

- ¿Fue muy difícil ese momento?

- Sí, harto y hasta el día de hoy. A veces baja un poco el ánimo para ir entrenar, porque viene el bajón. Pero también estar con los compañeros de pega y con los jugadores hace bien, te distraes. Es un proceso que estamos viviendo y también se le agrega que estoy sin mi familia, sin mi señora (María Francisca Guzmán) y sin mis hijas (Dominga María y Lourdes) acá. Es como un golpe fuerte y afortunadamente ellas pudieron venir a acompañarme, pero hoy las tengo en Santiago. Esos momentos de pena los paso un poco con el Feña (Fernando Solís), con Abraham, con mis hermanas, con mi cuerpo técnico y también con mi papá. Mis amigos se han portado muy bien acá, los del colegio, de infancia. Me han invitado a comer, saben lo que estoy viviendo.

- ¿Cambió un poco la sensación de estar de inmediato en la banca en Quillota?

- Es difícil, uno intenta concentrase. El partido con San Luis fue duro. Me gritaban cosas desde la galería y me daba lo mismo. Pensaba ‘recién falleció mi mamá y venir para acá a aguantar a estos tipos que me están puteando’. Fue duro por ese lado, en cuanto a concentrarse, pero también sentí un gran respaldo del cuerpo técnico y de los jugadores. Con el paso de los días, uno va sintiendo que avanza y trato de entregarle una alegría a mi vieja. Ella seguía todos mis partidos. Me llamaba después y me hacía sus comentarios de mamá, de cómo habían sido los partidos. El esfuerzo va orientado a hacer un buen trabajo, una buena labor, para que, aparte de que el club esté siempre peleando en la parte alta, sea también un regalo para ella.

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