ENTREVISTA AS
Dejó su trabajo en una isapre para cumplir un sueño en Chile: “La calidad de vida es impagable”
Con 35 años, hoy ha logrado un reconocimiento en un deporte que no para de crecer en Chile. En AS, relata su historia. “Económicamente anda muy similar”, dice.
Alfonso Chávez (35) recibe a AS Chile en la recepción del Club Conecta IV Centenario, lugar donde realiza clases de pádel. Fue su última gran actividad antes de partir a Viña del Mar a jugar un nuevo selectivo Fepachi, torneo que terminó ganando con Ariel Rivera y que los confirmó como la mejor pareja de Chile en segunda categoría.
Hoy, Chávez divide sus tiempos entre sus clases en Club Conecta IV Centenario y TOC Pádel en Chicureo, donde logró crear una comunidad de más de 40 alumnos y alumnas en una academia que ha ido creciendo mes a mes. Pero, ¿cómo llegó al Pádel? Él lo explica así.
“Se conjugaron varias cosas. Comenzó la pandemia, dejé hacer deporte y empezó a bajar mucho la producción de mi anterior trabajo. Ahí empecé a hacer cursos de la ITF para dedicarme al tenis y hacer clases. Ahí empezó a picar un poco el bichito. Después de eso, pasó un poco la pandemia y un amigo me invitó a jugar pádel. Yo no sabía ninguna regla y voleaba todo, no usaba los cristales, pero me gustó desde el primer momento”, rememora.
‘Fonchi’ comenzó a entrenar con Pablo Pesce y su nivel fue mejorando progresivamente, al punto de pasar de jugar en Quinta categoría a dominar el ranking de Fepachi en Segunda. Pero hace unos años, su vida era completamente distinta. Durante nueve, ‘Fonchi’ trabajó en el área comercial de Isapre Cruz Blanca, donde en la última etapa empezó a sufrir.
- ¿Cuándo se le empezó a pasar por la cabeza que quería darle un giro a su vida?
- Cuando ya la empecé a pasar mal en el sentido de que el llegar a fin de mes, donde estaba sujeto a cumplir metas, que sí cumplía, pero el proceso me generó momentos de estrés muy complejos. Los números de la Isapre iban en picada con todo el tema político y ahí empecé a sufrir mucho. Fue cuando me di cuenta que tenía que darle vuelco a esa situación y dije: ‘me lanzo cien por ciento al pádel y dije si me va mal, chau, no pasa nada, vuelvo al rubro comercial, no hay ningún problema’. Así lo decidí.
- ¿Cuánto meditó esa decisión?
- Mucho tiempo. Fue complicado. Dentro de mi pega anterior, pasé por un proceso de negociación por este tema del mutuo acuerdo y hubo un tira y afloja hasta que solucionó gracias a un gran amigo y me lancé a este nuevo proyecto. A la primera persona que le dije fue a Nicole (Lagos), mi polola, quien fue la que más bola me dio. Literalmente me dijo, ‘voh dale’ (ríe). Después, mis papás eran Carabineros y ellos están muy acostumbrados a una vida de cumplir horarios, tener jefatura, y me decían ‘hijo, ten cuidado’ como más conservadores (ríe), pero siempre me apoyaron.
- Dijo que lo pasó mal en cuanto al nivel de estrés. ¿Cómo lo vio reflejado?
- Dormía mal. Despertaba y decía ‘puta, no quiero despertar. No quiero trabajar. No quiero prender el computador’. Y a su vez, mi vía de escape era ir a jugar pádel porque afortunadamente tenía teletrabajo. Yo soy muy autoexigente. Si me pedían el cien por ciento, a mí me gustaba tener un 130-140 por ciento. Toda mi vida fui así. Lo que más habla en mí es la cara. Como que me salen granos, espinillas, cosas así. De hecho cuando dejé de trabajar en la isapre y me metí en el pádel, no tuve ningún grano en la cara.
- ¿De inmediato se dio cuenta que había sido la decisión correcta?
- El primer mes que me puse a hacer clases. Pude generar una comunidad y confianza en mis alumnos. Quizás después de unos tres meses me fui haciendo conocido. Económicamente, anda muy similar, porque en la Isapre me iba bastante bien. Pero lo que marca la diferencia es la calidad de vida, es impagable.
El recuerdo de la persona que más lo marcó
- En distintas publicaciones de su cuenta de Instagram ha hecho alusión a un tío suyo que falleció. ¿Qué tan importante es en su vida?
- ¡Ufff! (piensa y su voz se quiebra). Él era el hermano menor de mi mamá y fue mi profesor de religión en el colegio y después orientador (respira hondo). Lo veía todos los días y me pasaba a buscar como hasta octavo para llevarme al colegio. Era el que te decía qué tenías que estudiar y siempre, en todos los test que me hizo de primero a cuarto medio me decía ‘estudia Educación Física’ y yo ‘no, Administración de Empresas’. Mi tío lamentablemente se empezó a enfermar y justo en todo su proceso, yo empecé a hacer esta migración de lo comercial a lo deportivo. Siempre que lo venía a ver a la clínica, me decía ‘te dije, ¿no?’ (se emociona).
- Lo tiene siempre presente...
- Sí. Él cumplió un rol clave de contención. Cuando tenía problemas, lo llamaba, le escribía un WhatsApp. Él pasaba mucho tiempo en la clínica haciéndose sus tratamientos y lo visitaba cinco o diez minutos, que para mí eran una terapia, como si fueran dos meses con psicólogo.
- ¿Siente que en un punto está cumpliendo sus sueños y el deseo de él para su vida?
- ¡Obvio! Jugué tenis desde los siete hasta los 32 años y siempre me veía ganando torneos imaginándome así mil cosas. No lo alcancé a lograr y creo que en el pádel ha sido como una segunda oportunidad, como un segundo aire que me ha dado lo deportivo.
- ¿Qué metas tiene a nivel competitivo?
- Ahora estoy juntando puntos en la Fepachi para ir a los Panamericanos en segunda categoría con mi partner Ariel (Rivera). Quiero consolidarme bien en segunda para dar el salto a primera, porque sinceramente siento que tengo el ritmo, pero no quiero ir a dar jugo (ríe). En primera, la toma de decisiones marca la diferencia y estoy trabajando en eso, porque los puntos duran una eternidad.
- ¿Cómo le gustaría que lo recuerden?
- ¡Wow! (piensa unos segundos). Como una persona sociable... como una buena persona en verdad (sonríe).