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Diablo 2: Resurrected

Diablo 2: Resurrected

Vuelve la adicción

Diablo II Resurected, análisis. Al este, siempre al este

Un juego inmortal que sigue preservando los valores que lo convirtieron en un referente absoluto del género.

Actualizado a

Hace más de 20 años, cuando los monitores tenían formato 4:3 y la resolución era de 640x480 píxeles, apareció Diablo 2. Se convirtió en un clásico instantáneo. Su aterrizaje en los mundos del dungeon crawler y del ARPG produjo tal onda expansiva que sus efectos aún se siguen notando en el género en los títulos de hoy. Fue la siguiente obra maestra de una Blizzard North pre-Activision que parecía que no sabía hacer las cosas mal y que consolidaba, junto a Starcraft y Warcraft, su inmensa cuota de mercado en los jugadores de PC. Y aún quedaba World of Warcraft por llegar. Diablo 2 no era un juego perfecto en el año 2000 pero sí fue un título icónico de nuestra industria y Diablo 2 Resurrected le rinde un buen homenaje como remaster. Pero en su voluntad de alterar lo mínimo posible la experiencia de juego original, se pierde una gran oportunidad de poner al día unas decisiones de diseño que ya eran cuestionables años atrás y que en 2021 hacen arquear más de una ceja. Porque Resurrected no es una simple actualización gráfica, es un relanzamiento en toda regla que por ende debe medirse con sus contemporáneos en el mercado de hoy, ya sean de pago como el propio Diablo 3 o gratuitos como Path of Exile.

Un remaster como Diablo manda

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Hay dos vertientes, dos puntos de vista que uno debe tener en cuenta previamente a encarar D2R. Ambos válidos y que pueden llegar a excluirse mutuamente sin necesidad de confrontación; el primero es valorar el juego como remasterización de manera estricta y ahí no hay discusión alguna: estamos ante una brillante actualización gráfica que en muchos momentos avergüenza al propio Diablo 3. Tanto en arte como en estilo, Diablo 2 parece mucho más Diablo que su “hermano mayor”. Es oscuro, tenebroso. Está repleto de detalles que le dan esa personalidad tan característica, más lúgubre y menos alegre que su predecesor. Y jugado en PC a 2K de resolución el título brilla mostrando esos fondos, los dibujos de esos interiores, esa multitud de detalles en las catacumbas, esos cambios de iluminación al lanzar los rayos, ese crepitar del fuego. Y los que pensaban que con una perspectiva isométrica el paso a los 16:9 o 16:10 le iba a sentar regular se equivocaron. No estamos ante un simple lavado de cara como el que los usuarios de consola suelen ver en los saltos generacionales; han pasado dos décadas y el trabajo aquí es respetuosamente magistral.

D2R sigue teniendo intactos esos pilares que lo hicieron uno de los grandes. La historia que cuenta es interesante, sus cinemáticas (rehechas para la ocasión) siguen siendo impresionantes, su elenco de 7 protagonistas propone distintas formas de afrontar el juego dependiendo de la clase escogida y sigue poseyendo ese factor mágico que engancha al jugador incluso después de haber terminado la campaña en sus tres modos de dificultad. Es todo un detalle que la versión escogida para este remaster sea el parche post-runas y post Über-Diablo, que cambió totalmente el juego y que hizo que aquellos que ya por entonces jugábamos al min-maxing tuviéramos nuevos objetivos que perseguir. Porque no existía el concepto de endgame en aquel entonces y básicamente y en esencia nos esforzábamos en perseguir objetos que nos permitieran hacer lo mismo que ya estábamos haciendo… pero un poco más rápido. Diablo 2 fue el apex predator de los limpia-mazmorras e incluso a día de hoy le es difícil sacudirse esa esencia de grandeza que transpira por sus píxeles.

El mundo ha cambiado los últimos 20 años

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Pero dos décadas son muchas para casi todo y en el mundo de los videojuegos ese lapso de tiempo es abismal. Blizzard ha tenido a bien actualizar algunas cosas a los mundos actuales como la accesibilidad para daltónicos o posibilitar el control con mando, algo que casi parece una herejía en un juego que en sus inicios fue concebido por y para el PC. Pero lo cierto es que gracias al mando se tiene acceso a una barra de habilidades mucho más ágil y moderna para lanzar hechizos, por ejemplo, mientras que en PC uno está limitado a click izquierdo y derecho: un sistema mucho más incómodo de accesos directos que afortunadamente la industria ha sabido superar y mejorar en otras iteraciones al género.

Y es que, en nuestra humilde opinión, conservar el espíritu de antaño no es incompatible con añadir ciertas mejoras de calidad de vida que en poco o nada cambian la esencia del juego pero lo adecuan a los tiempos modernos. Por ejemplo, uno de los sistemas más incómodos y anticuados es la gestión del inventario de Diablo 2 Resurrected. A menudo tenemos la sensación de que la mitad del juego la pasamos peleando contra monstruos y la otra mitad cuadrando los espacios libres de lo que podemos llevar, moviendo piezas aquí y allí para poder coger ese casco que ha caído en el suelo y que aunque técnicamente tenemos espacio para llevarlo hay que hacerle hueco de forma manual. Que se organizara automáticamente sería una mejora enorme para todos y que permitiría que la gente pasara más tiempo jugando; que las pociones pudieran amontonarse y no ocupar cada una un hueco sería ya una locura.

Las de arriba son funcionalidades que hoy consideramos “estándar” en un título de este tipo y que uno puede argumentar que Diablo 2 es simplemente una actualización del juego de antaño. Sí, lo es, pero a 40 euros. Creemos que un juego que cuesta 40 euros de los de hoy estamos en posición de pedirle funcionalidades de un juego de los de hoy. Que para mejorar nuestro equipo tengamos que pelear muchas veces contra el mismo boss es algo que podemos aceptar; que al matar pueda soltar piezas de equipo que no sirven para nuestro personaje actual, nos parece hasta bien. Que para recoger esas piezas haya que pelear con el resto de los integrantes del grupo para ver quién hace click más rápido en el ítem y que el que esté más cerca se lo quede es un vestigio de una época que ya quedó atrás y que apenas nadie echa de menos. En Diablo 3 y tras las quejas de una parte de los usuarios, Blizzard sucumbió al efecto contrario: lote personalizado, privado y mucho más abundante para cada jugador. Lluvia de objetos legendarios. Aquí se ha vuelto a los orígenes y creemos que un término medio hubiera sido de agradecer: lote único poco abundante y general en cuanto a su tipología pero privado, para que las peleas fueran exclusivamente contra los agentes del mal y no entre los jugadores. Dado que la mayor parte de las partidas de alto nivel consisten en repetir docenas (cientos) de veces el combate contra el mismo boss, esta es una circunstancia agravante para los que tratan de optimizar su personaje. Y evidentemente algo que alguien que juegue solo o exclusivamente con amigos puede pasar por alto.

Desde que saliera el pasado 23 de septiembre, hemos pasado alrededor de 50 horas en los mundos de Diablo. En su primer modo de dificultad es perfectamente posible terminarlo solo y sin ningún tipo de especialización. Aunque algunos jefes presentan picos de dificultad interesantes por la propia aleatoriedad de sus habilidades o de las mazmorras en las que se encuentran, el jugador puede experimentar con su clase escogida y asignar puntos casi aleatoriamente entre fuerza, destreza, vitalidad y energía y las tres ramas de su árbol de habilidades. Aunque el 80% de los personajes ahora mismo en el juego son hechiceras, no hay problema para llevar un druida o un bárbaro hasta Mephisto, Diablo y Baal y hacerles morder el polvo con cualquier pieza de equipo que nos hayamos encontrado por el camino y de paso disfrutar de sus localizaciones y del sinfín de monstruos allí puestos para que los podamos descuartizar a placer. Una vez terminado el quinto acto del modo normal, sin embargo, empieza la fiesta de verdad.

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Los dos siguientes modos de dificultad son extremadamente abusivos con el jugador e incluso imposibles en algunos momentos; el juego aumenta el reto subiendo el nivel de los enemigos y disminuyendo las resistencias elementales de nuestro héroe (-40% en pesadilla, -100% en infierno), obligándonos a especializar al personaje en un árbol concreto para tener unas mínimas posibilidades de éxito. Una hechicera, por tanto, se especializará en daño por fuego, rayo o normalmente frío. Pero entonces vienen los monstruos con inmunidad a un elemento o a dos elementos y sabemos perfectamente que de ahí no podremos avanzar. Nuestro compañero y amigo Albert Gil, también con muchas horas de Diablo a sus espaldas, nos relataba el momento en el que se encontró con su asesina especializada en rayos en el cubil de los gusanos (una mazmorra de misión ineludible, que nunca fue pensada para el multijugador porque no caben dos personajes a la vez en sus túneles) ante un monstruo inmune al rayo. Esa situación es insalvable y la única opción es reclutar a alguien para que nos ayude o recargar la partida con la esperanza de que ese monstruo no vuelva a surgir cuando el mapa se genere de nuevo de forma aleatoria.

Es curioso que un juego que puede jugarse offline, y por tanto sin la posibilidad de jugar con otros, ponga estas barreras que casi imposibiliten jugar solo. Te fuerza a especializarte y a la vez te castiga por ello. Acceder a ayuda a través de internet, en la dificultad más alta, también puede ser una quimera porque el lobby para encontrar partidas está ocupado en un 95% con gente buscando y ofreciendo cosas. No le costaba nada a Blizzard añadir un canal exclusivo para intercambios de objetos en lugar de dejar casi inservible esta funcionalidad. Son algunos de esos detalles que dan esa sensación de pereza, de dejadez, de que el presupuesto se ha empleado en hacerlo bonito pero no en encontrar soluciones que supongan una diferencia real y tangible tanto para los fans de antaño como para todos aquellos que lleguen hoy.

Por último, uno no puede dejar de tener la sensación de que el juego se maneja de manera un poco rígida. Tal vez sea la herencia del movimiento en 8 direcciones pero se nota falta de fluidez, especialmente al correr. Superados los bugs gráficos de los primeros días - aunque con varios cierres inesperados incluso tras los primeros parches - da la sensación de que el título necesita optimización. Tanto a nivel de servidores como de frames por segundo, Diablo 2 Resurrected es bastante inconsistente, aunque el cambio desde la beta de hace pocas semanas ha sido abismal.

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El peligro de la nostalgia

En esta segunda aventura en el mundo de Diablo 2 tras literalmente miles de horas en el original y su expansión, Lord of Destruction, conseguimos incluso reunir a los mismos jugadores con los que tantas experiencias compartimos en LAN y a través de Battle.net, pero esta vez a través de un chat de Discord. La opinión unánime fue que estábamos ante un gran juego, un gran remaster, pero que obviaba ciertos conceptos de los títulos de hoy día manteniendo mecánicas hoy ya obsoletas y que se mantienen vigentes en exclusiva por el factor nostalgia. Y la nostalgia es una muy mala consejera a la hora de valorar hechos pasados, porque tiende a enfatizar lo bueno y suavizar los bordes de lo malo.

Es la nostalgia la que te hace cometer errores de juicio como recaer con tu ex, la que te hace volver a llevar esos pantalones que no te quedaban bien o la que te hace decir cuñadadas como que antes de internet se vivía mejor. Y de ese factor nostálgico podemos vivir los que en su momento disfrutamos ya a tope del juego como adolescentes o adultos, pero no los que son adolescentes y adultos hoy y nunca antes jugaron Diablo 2. Para todos aquellos que toquen el juego por primera vez, se les puede hacer muy cuesta arriba.

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Conclusión

Como apuntábamos al principio, el título de Blizzard presenta una vertiente dual; juzgado exclusivamente como remaster, a nivel visual se ha hecho un trabajo estupendo que conserva de manera fidedigna el feeling del original al tiempo que le da un acabado moderno. Si lo que uno anda buscando es el mismo Diablo 2 con gráficos mejorados, nuevas cinemáticas y sonido puesto al día, Resurrected es una oportunidad que no hay que dejar escapar. Sin embargo, dejando atrás el legado de hace dos décadas, si alguien pretende encontrar aquí las virtudes de un título editado hoy, posiblemente hallará mayor satisfacción en otras apuestas de otras editoras, tanto gratuitas como de pago. O tal vez incluso en el propio Diablo 3. En cualquier caso siempre es una buena oportunidad poder echarle un vistazo a un título que siempre formará parte de la historia del videojuego.

Lo mejor

  • Su actualizado aspecto gráfico
  • La ambientación inigualable
  • Distintos personajes ofrecen distintas formas de juego

Lo peor

  • Algunas mecánicas muy desfasadas
  • El lobby multijugador
  • Algunos desequilibrios en el núcleo del juego
7

Bueno

Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.