Chileno por un rato
Ya está todo listo. La primera señal la entregó Tomás Avilés al eliminar de su cuenta de Instagram la bandera de Chile, cuando surgió el rumor de que Argentina sería, sorpresivamente, el nuevo país organizador del Mundial Sub 20, luego de que la FIFA le quitara la sede a Indonesia y los trasandinos quedaran eliminados en el Sudamericano de Colombia durante la fase de grupos. Después, y cuando fue confirmado en la lista preliminar de los jugadores con chances de disputar el certamen, sacó de la red social su única fotografía luciendo la camiseta de la Selección. Si el mediocampista y zaguero de Racing de Avellaneda convence al DT Javier Mascherano, lo más seguro es que termine jugando la Copa del Mundo. Sería por el país donde nació y se formó futbolísticamente en circunstancias que por Chile intentó participar en el torneo.
¿Es cuestionable el paso que está dando Avilés? No, para nada, está en su legítimo derecho. La normativa de la FIFA lo permite y todo está en regla. Incluso, más adelante si nuevamente quiere actuar por la Roja tampoco ocurre nada. Es un chileno más y nada ni nadie le puede cuestionar su pleno derecho a jugar por la Selección en vista de su ascendencia. El biólogo y pensador Humberto Maturana, acertando plenamente, propuso en su momento un nuevo derecho humano, la posibilidad inalienable de cambiar de opinión, y esto se aplica, a cabalidad, en este caso. La decisión de Avilés exige profundo respeto, lo que lamentablemente en el ámbito del fútbol local existe en una mínima expresión.
La autocrítica hay que hacerla en nuestro país. Todo empezó con Miiko Albornoz, cuando el chileno-sueco fue convocado a la Roja por Jorge Sampaoli. Aparte de la novedad de contar con un “extranjero” en el cuadro nacional, no sabíamos que comenzaría un extenso paso de futbolistas nacidos y formados en otros países que, legítimamente y en pleno derecho de su doble nacionalidad, optaron por la Roja. No solo en la mayor, sino que también en las selecciones menores. Ya casi pasó una década y el balance, en torno al resultado final de esto, lo tienen que realizar quienes comandan el fútbol chileno.
El tema es que está política de acercar a los oriundos -legítima y en pleno derecho, vuelvo a insistir- buscó tapar circunstancialmente un gran déficit que ya se visualizaba a nivel local: el surgimiento de hombres adecuados para el recambio en la Selección. En dos o tres años pasamos de una lista extensa de jugadores nacidos y formados en Chile, con la participación del plantel comandado por Marcelo Bielsa en el Mundial de Sudáfrica, a buscar futbolistas por gran parte del planeta. El buen momento circunstancial no permitió mirar un poco hacia adelante y después, con el bicampeonato de América, el asunto se tornó peor. El eje estuvo puesto solo en administrar el éxito y no en generar una estructura para enfrentar el declive inevitable. Legítimamente entonces surge la pregunta: ¿Qué habría pasado si Bielsa hubiera seguido al mando de la Roja? No porque el DT sea un mago, sino porque encarriló una generación clave en la historia del fútbol chileno.
Hoy, tenemos muy poco que ofrecerles a los muchachos nacidos y formados en el exterior. Solamente, la posibilidad de integrar una selección y disputar los torneos internacionales respectivos. Las Copas América ya parecen un arcaísmo, luego de que Brasil se adjudicara el torneo y Argentina hiciera lo propio más tarde, sumando además el Mundial de Qatar. ¿Cómo no va a ser atractivo para Avilés ser parte del equipo que es la antesala de los campeones del mundo? Hagamos la comparación: el argentino-chileno, por estos días, se preparará para disputar el Mundial Sub 20 y acá la Roja no tiene entrenador. Es más, ni siquiera hay luces de un proyecto para el conjunto nacional ni de quienes cuentan con chances para asumir la conducción.
Nos cuesta admitirlo, pero es la realidad. A Avilés se le abrirá un mundo gigante de oportunidades si finalmente es parte del plantel argentino en la Copa del Mundo. Los grandes clubes internacionales siempre están fichando talentos trasandinos y la posibilidad de que esto ocurra con el central y mediocampista de Racing de Avellanada es enorme. Que ojalá le vaya bien, dispute el Mundial y siga progresando en su carrera futbolística. El problema es nuestro, carecemos de una estructura formativa que hoy nos haría no estar hablando del caso del argentino-chileno. Avilés no tiene ninguna responsabilidad en este entuerto.