Humberto y Matías
Había ilusión en La Serena, pero todo terminó mal. El cuadro nortino perdió la categoría y en 2023 disputará el Campeonato Ascenso. Un golpe duro para Humberto Suazo y Matías Fernández, dos glorias recientes de la Roja. Estuvieron en la banca, durante la derrota por 3-0 contra Audax Italiano, y fueron los primeros hombres a los que echó mano el DT interino Óscar Correa, buscando cambiar el rumbo en La Florida. No hubo caso y ambos referentes de la Selección cerrarían sus brillantes etapas en el fútbol con esa decepción.
Pero el descenso con el cuadro serenense no le hace ni cosquillas a ambos cracks. Sus trayectorias son increíbles y tuvieron puntos cúlmines en diversos momentos en la Roja. Son los grandes gestores de la etapa temprana de la Generación Dorada, que se cerró con la clasificación al Mundial de Sudáfrica y la posterior salida de Marcelo Bielsa. Por una cuestión de edad, Fernández logró extender un poco más su ciclo en la Selección (es cinco años menor que Suazo) y ese período tiene como símbolo la escena de la conversión del penal en la definición contra Argentina, en el Nacional, por el primer título de la Copa América. Lejos, fue la mejor ejecución de todas, con el balón entrando al ángulo a una velocidad imposible, cuando casi nadie respiraba en el país, debido al miedo y la tensión.
En ese momento, la sucesión de lesiones ya comenzaban a indicar que el panorama iba a ser distinto. Fernández no pudo estar en el bicampeonato de la Copa América Centenario, en Estados Unidos, y esto comenzó a marcar el fin de su etapa en la Roja. Claro, después estuvo en otras convocatorias, pero ya no era el jugador que conocíamos. Igual así se dio el lujo -merecido a raíz de sus buenas campaña en Fiorentina- de llegar al Milán. Las ocho titularidades que sumó en la Serie A con los rossoneros indicaron que el decline inevitable se había adelantado. Antes de volver a Colo Colo, pasó por Necaxa y Junior de Barranquilla y eso mirado ahora con la perspectiva del tiempo se entiende absolutamente, aunque en ese instante pareció nada qué ver.
Lo de Suazo fue sorprendente. El 2015 se fue de Colo Colo y anunció posteriormente su retiro, pero tres años después imprevistamente volvió al fútbol en San Antonio, en Segunda División. Su calidad ofensiva persistía, se hizo superior a la categoría en que estaba y el tránsito desde Santa Cruz a La Serena llamó un poco la atención, pero encontró argumentos en lo imprevisto del adiós de la actividad, cuando solo meses antes había vuelto de Monterrey. No cuadraba mucho que uno de los grandes fichajes de repente se retirara.
Las últimas fechas del Campeonato Nacional fueron con Suazo en la suplencia y, por lo visto a la distancia, lo tomó con grandeza. No hizo problemas, su actuar fue a la par del resto y eso que podría haber echado encima su trayectoria. Hace poco, esto era recurrente, sobre todo en los clubes grandes, cuando algún referente no aceptaba que el fin de ciclo era inminente y generaba problemas para no perder el lugar. Aunque todo terminó con el descenso, lo del delantero fue digno en La Serena. Y una imagen retrata que su compromiso resultó absoluto: jamás estuvo tan delgado en toda su trayectoria como con la camiseta granate. Puede parecer obvio, algo que es parte de las obligaciones mínimas de todo deportista de alto rendimiento. No olvidemos que en Primera División observamos todavía a jugadores con sobrepeso en la actualidad. Impresentable.
Todo indica que Suazo y Fernández no seguirán jugando. Lo fácil es decir que se equivocaron en ir a meterse a La Serena y ensuciar así su trayectoria con un descenso. Que la última imagen de ambos va a ser con la cabeza gacha, tristes, sufriendo por perder la categoría. ¡A quién le importa! Fueron cracks, hicieron pleno derecho de continuar su carrera dónde y cómo quisieran. Si se marchan, lo pueden hacer en paz.