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La cruda verdad de Berizzo

Eduardo Berizzo la tiene clara. Para el DT de la Roja, dos cosas son las que tienen al fútbol chileno -por ende también a las selecciones nacionales- en el marasmo actual: la falta de competitividad y el bajo ritmo con que se juega en el país. Pero el argentino no se quedó solo en el diagnóstico. También propuso una serie de medidas para intentar corregir el panorama: reducción de los cupos de extranjeros, creación de una nueva categoría en la fase final del proceso formativo, realización de torneos Sub 23 y cambios clave en el desarrollo de la Copa Chile.

La situación es crítica y Berizzo lo sabe. Sobre todo en la Roja, porque cada vez cuenta con menos opciones de nombres para las convocatorias. Dos situaciones dejan en claro todo esto. Primero, la búsqueda en el exterior de jugadores con ascendencia nacional y el pasaporte respectivo para ser parte del plantel. El último caso es el de Tomás Avilés, quien se decantó finalmente por Argentina para jugar el Mundial Sub 20, cuando disputó antes el Sudamericano con la Roja. Lo otro tiene que ver con los destinos hacia el exterior de los chilenos emergentes, particularmente a Europa. Tendremos que olvidarnos de ver a futbolistas nacionales en los torneos de Primera División de ese continente.

No la tiene fácil el DT de la Roja en el intento por cambiar el panorama. Faltan lucas en la ANFP (Chile lleva dos Mundiales seguidos sin asistir) y es endémica la tendencia a no ¿gastar? recursos en proyectos que no reditúan inmediatamente, como ocurre con la inversión en el ámbito del Fútbol Joven. Si algo se quiere modificar, hay que partir por los más pequeños, sobre todo en las categoría más tempranas. Pero ahí todo lo que se haga no tiene “prensa” y además los resultados recién se pueden visualizar con suerte a cinco años plazo, si no una década después.

Berizzo explicó que la falta de competitividad tiene que ver con que en Chile se juega muy poco, a todo nivel. El DT acierta completamente. La competencia es la mejor instancia de formación y permite también acceder a mayores niveles de forma en el ámbito profesional. En el Fútbol Joven, un partido de los torneos equivale a semanas de entrenamientos. Si un club medio lo hace ante un grande, incluso la cifra se puede elevar a más microciclos de prácticas. La idea es jugar siempre, a todo evento, desde marzo hasta diciembre, en distintos lugares, ante diferentes rivales y también a cualquier hora. Respetando, por cierto, las obligaciones escolares de los niños y adolescentes, porque solo la minoría finalmente llegará al profesionalismo. Tienen que ser mínimo 40 partidos por temporada.

Lo otro que acusó Berizzo es también pertinente. Exagerando, acá jugamos “a dos por hora”. No creo que sea un tema del ámbito de la condición física. Los profesionales nacionales son de buen nivel, actualizados, inquietos por incorporar nuevos saberes y muy dedicados a la pega. Es un tema de idiosincrasia, basta con darnos una vuelta por las canchas de barrio. Nos encanta la pichanga, el “toquecito” corto, al pie, la secuencia de pases sin trascendencia. Esto colisiona con un juego más fluido, directo, con apariciones en los espacios en profundidad mediante acciones colectivas que impliquen verticalización. Un fútbol de transiciones, que predomina en la actualidad. A escala, por supuesto, como en las mayores ligas del mundo.

Berizzo no tendrá mucha pega solo en la Roja, intentando lograr la clasificación al Mundial. Si quiere impulsar un proceso de reformas internas, tendrá que empujar fuerte para que esto finalmente ocurra. Su verdadero legado, al marcharse, sería que acá se juegue un poco más rápido y que la competitividad, expresada en los resultados internacionales de los equipos chilenos, sea mayor.