La FIFA y su Mundial

Cuando termine el Mundial de Clubes, es probable que sea calificado como un gran éxito. Y es probable que sea cierto desde muchos puntos de vista. Un golazo económico, cifras astronómicas para los clubes, derechos de transmisión nunca antes vistos y una inyección mediática sin oposición. Pero en esa discusión, la pelota y los futbolistas no están en el centro del debate.

Hace un par de años, cuando el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, levantó la idea de organizar un campeonato con los equipos más ilustres del Viejo Continente, la FIFA saltó inmediatamente prometiendo las penas del infierno si el proyecto avanzaba. Advertían de castigos contra el club merengue y contra cualquiera que se plegara a la idea. Pocos años después, la propia FIFA organiza un certamen de características similares, con dudosos mecanismos de clasificación, ausencias inexplicables y equipos invitados a la fuerza, con escaso mérito deportivo.

Cuando todos los torneos comienzan tienen un período de adaptación que se va ajustando con el tiempo hasta cohesionarse. Si logran una correspondencia en el tiempo, se convierten en campeonatos habituales y atractivos para los equipos, ya sea a nivel local como continental. La claridad en cuanto a la clasificación, reflejar la instancia como una recompensa a una buena campaña, parece ser un camino obvio, que acá aparece difuso.

Su lugar en el calendario es otro asunto. Los jugadores llegan con una cantidad enorme de partidos en el cuerpo y su rendimiento, en un momento supuestamente estelar, puede verse afectado.

Ni hablar de lo cosmético. Americanizar ciertos rituales, es comprensible pensando en quién pone el dinero. ¿pero tanto? El tiempo dirá hasta donde llega el Mundial de Clubes, al menos en este formato. Como tantos otros campeonatos que sólo se mantienen en la memoria de los más fanáticos.