La vieja historia de Chile ante Brasil

Lo más probable es que Chile quede fuera de la Copa del Mundo de Qatar. Las opciones de clasificación de la Roja realmente son remotas, pero uno de los rasgos del fútbol es la no linealidad. En algunas ocasiones, sucede lo que no debería pasar, aunque tampoco nos engañemos. Si eso fuera una constante, los títulos de Copa América o de los Mundiales estarían repartidos por todo el continente o el planeta. En el caso de las selecciones nacionales, existe un selecto grupo que gana más o menos siempre.

La constatación durísima de esta realidad para Chile la vivieron en el Maracaná los dirigidos por Martín Lasarte. Claro, la antesala del partido estuvo signada por las declaraciones de siempre, que el partido hay que jugarlo, que si Brasil no ha perdido nunca en las Eliminatorias, esta puede ser la primera vez y etcétera. Los que acompañaron al equipo en Río de Janeiro también aportaron lo suyo con un recibimiento en el hotel formidable, como si se estuviera a un paso de la clasificación. No hay ningún problema, forma parte de las externalidades del fútbol. El tema es que, al final, los equipos entran a la cancha y ahí todo queda atrás, los dichos, las intenciones o el más emotivo banderazo.

Lo accesorio ya no pesa y hay que jugar no más. El partido tenía un curso predecible hasta que se trastocó todo en los minutos finales del primer tiempo. Chile había sufrido con varias llegadas profundas de los brasileños, pero Claudio Bravo había estado perfecto para achicar en el momento justo o atajar con la jerarquía que lo distingue. Los locales partieron como si no tuvieran mucho apuro, a pesar de una jugada hasta el fondo de Anthony por la derecha, pero “apretaron” para sentenciar el partido antes del descanso.

No vamos a negar que Brasil es una fuerza colectiva poderosa. Sin embargo, el asunto, en gran medida, se resolvió por hechos puntuales, acciones singulares, resoluciones individuales que marcaron absolutamente la diferencia. En el penal que implicó la apertura de la cuenta, Neymar puso justo el pie derecho para recibir la falta, cuando parecía que Mauricio Isla llegaba primero a sacar el balón hacia el córner. Tal fue la destreza motriz del delantero del PSG, que todos creímos que el árbitro se había equivocado en el cobro.

Después pasó exactamente lo mismo. Más de allá del desequilibrio emocional del 1-0 en contra, otra vez la singularidad marcó la pauta. Vinicius Junior definió ante el achique de Bravo con un tiro rápido y rasante, como indica el manual en momentos que el arquero se viene encima, decretando la segunda cifra por entre las piernas del capitán de la Roja. Más tarde, Richarlison sacó un remate de zurda, siendo derecho, que no estaba en los cálculos de nadie. Sí, quedó solo dentro del área recargado levemente hacia un costado, pero no estaba en una zona de gran riesgo. Lo que pasa es que el tiro fue de tal jerarquía, que ni el mejor arquero del mundo lo desviaba.

La historia parece repetida, porque cuántas veces hacia atrás pasó exactamente lo mismo. De hecho, en el Monumental, en la derrota por 1-0, fue todo idéntico. Everton Ribeiro dejó solo a Neymar ante Bravo, en el único mano a mano con el arquero hasta ese momento del partido, y el propio Everton Ribeiro capturó el rebote en el capitán de Chile para marcar el gol del triunfo. La capacidad individual le permitió al cuadro visitante quedarse con un triunfo injusto, porque la Roja mereció por lo menos el empate. Es más, ese ha sido el único partido de las Eliminatorias en que Brasil fue superado en el control y manejo del balón, como lo mostró posteriormente el indicador de posesión.

No es ninguna novedad lo que sucedió, en todo caso. Por algo, los brasileños son pentacampeones mundiales. En situaciones de juego específicas, donde entra a tallar la capacidad individual del interviniente, marcan la diferencia. Quedó más que claro en el Maracaná. Ahora, por supuesto que la Roja fue capaz, en su momento, de contrarrestar todo eso. No por nada, el elenco nacional fue bicampeón de América y, en ese contexto, ha sido la única selección que derrotó a Brasil por las Eliminatorias durante los últimos años. 2-0 en el Nacional en el camino hacia el Mundial de Rusia.

Era otro Chile. Existía un desarrollo colectivo con los contenidos de juego para reducir al máximo el poder de intervención de las individualidades de los grandes del continente. Cuando esto no era posible, los propios integrantes de la Selección marcaban diferencia por su jerarquía personal. Antes de ese ciclo dorado, y como en el Maracaná, siempre pasó lo mismo: parecía que todo estaba bajo control, que está vez sí se podía hacer algo, pero en fracciones de segundos todo se desmoronó por la calidad individual oponente.