Mudos y sin hambre
Chile se despidió hace unos días del Preolímpico Sub 23 y si bien ganó dos de los cuatros partidos, no dejó casi ninguna buena sensación. Es cierto que las estadísticas dicen que con sus seis puntos estuvo a sólo uno de pasar al cuadrangular final, pero en este caso eso importa poco y nada.
Lo realmente importante, y sobre todo preocupante, es cómo el equipo afrontó el torneo. Se notaron sin hambre, sin ganas de mostrarse al mundo, sin rebeldía, sin furia, sin gritos, sin alma... Argentina les metió cinco goles, pero fue como una derrota de 10 a 0 si se toma en cuenta la actitud y la reacción.
Cómo olvidar que sólo hace unos años Arturo Vidal desafió a Brasil en un Sudamericano Sub 20 y les dijo una frase que quedó en los anales del fútbol chileno: “Ahí quedó Brasil, ahí quedó Brasil...”. O Alexis Sánchez, quien con 15, 16 o 17, años gambeteó a todo el mundo en los torneos sudamericanos y recibió patadas, retos y amenazas. Pero a él no le importaba. Tenía un objetivo claro e iba a pasar por encima de quien fuera para alcanzar sus sueños.
Ahora eso no se nota. Esa actitud ganadora y avasalladora no existe. La Sub 23 de Nicolás Córdova se notó timorata y no sólo en cuanto al esquema utilizado. Esto va más allá y eso es lo inquietante. No hay personalidad, nadie grita, nadie reta, nadie enfrenta a los rivales, nadie quiere marcar presencia.
César Pérez, por ejemplo, se la jugó por brillar en este Preolímpico para ir a Europa y de acuerdo a lo que había mostrado en La Calera, eso podía ser posible. Sin embargo, en los cuatro partidos del grupo fue uno de los puntos más bajos. No mostró nada. Lucas Assadi apareció recién en el último partido donde ya no había tanta presión y Luciano Arriagada no pudo demostrar lo que se supone ha aprendido tras un año en Brasil.
Joaquín Gutiérrez, alguna vez sindicado como el lateral del futuro y cuyo nombre siempre está en la carpeta de los grandes, tampoco rindió. Su suplente, Jeyson Rojas de Colo Colo, hace rato que está en otra. Y en todos estos casos, no sólo se trata de un mal torneo, un mal partido o un mal pase. Hay un problema actitudinal grave. Y ya no son jóvenes que estén empezando sus carreras, son futbolistas adultos.
Simplemente, no quieren comerse al mundo.