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¡Qué desastre!

Ya, estamos listos. Ahora que se fue Eduardo Berizzo la clasificación al Mundial 2026 está asegurada. Claudio Bravo no se va a lesionar más y por supuesto que volverá a la Selección. En una de esas, también aparece de nuevo Mauricio Isla, como está jugando regularmente en Argentina. Además, es probable que Alexis Sánchez empiece a ser titular en el Inter de Milán y así Chile se verá beneficiado. Ben Brereton va a mejorar su presente en España y volverá a ser el de su llegada a Roja. Más que nunca la ironía es útil para graficar lo que está pasando hoy en la Selección.

Había que personalizar el mal momento del fútbol chileno y ahí siempre hay un entrenador disponible. Su vida ha estado ligada a la actividad y Berizzo sabía que iba a ser el primer culpable. No esperó el partido contra Ecuador y se fue en medio de una doble fecha de las Eliminatorias. Con esto, la sensación de crisis pasó de profunda a total. Por suerte -o quizás anticipándose a los escenarios posibles- en la ANFP habían fichado a Nicolás Córdoba como jefe de las selecciones menores y ya está al mando del plantel. ¿Qué hubiera pasado si el cargo hubiera seguido acéfalo como hasta hace algunas semanas y sin DT también en la Roja Sub 20?

Berizzo tiene responsabilidad en cómo hoy está la Selección. Es el proceso hacia un Mundial más accesible de toda la historia moderna. Los cupos disponibles para asistir a la Copa del Mundo son seis y medio. Solo tres (o cuatro) países se quedarán afuera, cosa que nunca pasó antes. El contingente de clasificados será amplio y lo más seguro también es que solo en la última fecha estarán claros los excluidos. A diferencia de antes, la ilusión de clasificarse durará tanto como las Eliminatorias.

El DT estuvo más de un año en la Roja. Recién pudo obtener una victoria en el amistoso de marzo contra Paraguay. Antes, Chile disputó siete partidos. Dos de estos en Japón y uno en Corea del Sur, con una convocatoria que no elaboró Berizzo. Qué responsabilidad puede tener si no escogió a los jugadores. Un entrenador dirigiendo a una selección sin haber nominado a los futbolistas es una chacota. Después hubo cuatro duelos de preparación y el panorama ya se veía complicado.

Llegaron las Eliminatorias y, tras el empate contra Paraguay, Chile quedó octavo. Solo por diferencia de gol no obtendría el medio cupo para ir al repechaje. Berizzo no tuvo a qué aferrarse. A veces, a un DT lo puede “salvar” cierta identidad de juego que exhiben sus dirigidos o, en otras ocasiones, la continuidad la pueden garantizar los resultados esperados al margen de cómo el equipo ande en la cancha. Ni lo uno ni lo otro sucedió con el argentino.

La mirada tiene que ser más amplia. Esto ya sucedió con Reinaldo Rueda y Martín Lasarte y no hay que ser tan básicos ni simples. El problema de la Roja es estructural, como desde sus inicios. La diferencia ahora es que la falencia se hizo más ostensible justo después del mayor éxito en la historia, el bicampeonato de América. Nunca antes Chile tuvo un contexto tan propicio para generar una matriz de funcionamiento para prevenir que sucediera lo que hoy está pasando.

Tras los títulos de 2015 y 2016, debería existir una estructura de selecciones robusta y planificada, garantizando así un impacto fuerte y virtuoso en la escuadra mayor. Sigue dilatándose la separación definitiva de la Federación de Fútbol con la ANFP. El nuevo Juan Pinto Durán no existe y los conjuntos Sub 20 y Sub 17 no tienen entrenador. Después, alegamos porque no está apareciendo futbolistas y no hay recambio.

Somos súper especiales. Cuando estaba todo listo, a inicios de la década pasada para comenzar un proceso revolucionario en el fútbol chileno con Marcelo Bielsa a la cabeza, se tiró todo por la borda. El contrapunto surge de inmediato, a raíz de lo que pasó ayer en las Eliminatorias. Berizzo vivía sus últimas horas en la Roja y el ex DT de Chile, al mando de Uruguay, se imponía ante el campeón del mundo, Argentina, ni más ni menos que en La Bombonera.