Sandrino Castec y el hito que nadie debe olvidar en Chile

A raíz de varios problemas de salud y tras una prolongada internación en el Hospital Sotero del Río, finalmente Sandrino Castec falleció este miércoles 11 de diciembre en el recinto de la comuna de Puente Alto. La partida prematura del ex delantero formado en Universidad de Chile (solo tenía 64 años), al menos, volvió a poner de relieve la importancia futbolística y espiritual que tuvo en las épocas magras del cuadro azul. De repente, y cuando la cosa anda bien, suelen olvidarse los momentos difíciles, o cuando éramos pobre. Erróneamente, se cree -incluso en el fútbol- que todo fue más o menos parecido a cómo es hoy. Nada qué ver.

Quienes vivimos la niñez en los 80, recordamos a Sandrino (con el tiempo, “perdió” el apellido y solo conservó el nombre, lo que da cuenta de su dimensión de ídolo) como una gran figura no solo de la U sino que de todo el fútbol chileno. Es inolvidable para varias generaciones el gol de chilena que le anotó a Argentina, en Mendoza. Solo el año anterior, los trasandinos como locales habían ganado el Mundial 1978 y, en ese partido, ya se habían “reforzado” con Diego Armando Maradona. Fue un “empatazo” (si estos existieran) con Luis Santibáñez en la cancha y bajo la batuta de Elías Figueroa en el campo de juego. Ese gol lo dejó para siempre en la historia de la Roja.

A mediados de esa década, Sandrino sorpresivamente dejó la U y llegó a Audax Italiano. En ese tiempo, el club poseía un complejo de entrenamiento en Trinidad casi esquina con Santa Raquel, dos avenidas icónicas de La Florida. Varios de los que nos formamos en Audax, cuando el primer equipo se entrenaba en la cancha principal del recinto, de repente empezamos a ver de cerca a una de las figuras del fútbol chileno. Una maravilla. No había transmisiones televisas de los partidos, a las estrellas de los clubes grandes solo las podíamos ver en los diarios y revistas deportivas de la época o cuando exhibían los goles en los noticieros de televisión.

Pasó mucho y recién pude conversar por primera vez con Sandrino a fines del año pasado. Fue en una prueba de jugadores para el fútbol formativo. Los que éramos chicos cuando él, Carlos Caszely, Elías Figueroa y varios otros fueron grandes ídolos, aún los seguimos viendo como grandes estrellas. Estaba bien en ese momento, con su escuela de fútbol de la U y también siempre atento a lo que pasaba con el cuadro azul. Meses después aparecieron los problemas de salud y no se pudo recuperar más. Por eso, costaba creer que los diagnósticos paulatinamente se fueran volviendo cada vez más desfavorables.

Era un ‘9′ completísimo. Técnicamente bueno, Sandrino no tenía problemas en las recepciones y, en cada control, la continuidad de la elaboración ofensiva estaba garantizada. Esto además lo facultaba para sumarse sin ningún inconveniente a la construcción. El juego de espalda al arco rival era su fuerte, pero tampoco tenía problemas en las situaciones frontales hacia la portería para finalizar. Su movilidad era la de un centrodelantero de la época, puntualmente en el frontis del área penal y con las diagonales justas para aparecer libre. Una de sus fortalezas era también el juego aéreo: convertía regularmente de cabeza y se imponía por ubicación, contextura, timing y despegue del suelo.

Adiós, Sandrino.