Un entrenador especial
La vida profesional (¿y también personal?) de los entrenadores es cada vez más difícil. Y eso que estamos en la liga chilena no más, una competición que no le hace ni cosquillas a los mayores torneos de Sudamérica. Hasta Coquimbo en 2020, cuando el elenco conducido por Juan José Ribera accedió a semifinales de la Sudamericana, había transcurrido casi una década sin que un equipo chileno llegara a esa instancia de las copas internacionales del continente.
Antes, solo la U de Jorge Sampaoli alcanzó la misma instancia en la Libertadores 2012. Sin embargo, estamos súper convencidos de que el campeonato local es una especie de Premier League alternativa y, en medio de esta ficción, los técnicos suelen ser los más perjudicados.
Están sujetos a una presión inverosímil, como si fuéramos el Brasileirao o la Liga Argentina. El entorno actúa en línea con lo que nos llega desde el exterior. Si nos comparamos con el resto, somos muy poco, pero en ocasiones vamos más allá del límite que impone la capacidad real de los clubes en particular y del fútbol chileno en general. Copiamos y repetimos, pero aún no llega la hora de la réplica de lo realmente trascendente, de lo que debería acontecer en la cancha. Esto por supuesto no corre para la Roja bicampeona de América y para los equipazos que fueron el Colo Colo de Jozic y la U de Sampaoli.
Jaime García conversó con AS y la entrevista tuvo un requisito previo que acogió el DT de Ñublense. No iba a hablar nada de fútbol puro, nada de movimientos, situaciones de juego o temáticas de entrenamiento. El entrenador se refirió a su vida, al camino para llegar desde abajo finalmente a dirigir en Primera División. La charla fue extensa, con respuestas prolongadas, saltando de un tema hacia otro, pero con una coherencia lógica evidente. Al final quedó claro que una de sus fortalezas son las habilidades blandas.
Ya, seguro, resulta evidente. Al tiro van a saltar los que digan que la capacidad de trabajo de García no es tal y que configura su equipo solo con un buen manejo del camarín. Probablemente, son los que critican al entrenador porque se ¿demoró? en los cambios, porque no ¿cerró? el partido o debido a que la forma en que ¿planteó? el encuentro fue equivocada. Sin embargo, el hombre posee un don que hasta el mejor DT quisiera.
Primero, y en buen chileno, no se hace tanta mala sangre con la presión externa que recibe todo entrenador. Es una fortaleza gigante y puede parecer un asunto no muy complejo, pero es clave. Consiste en una especie de postura mental para que todo lo que está sucediendo afuera rebote y que solo lo realmente trascendente permee esa barrera. Pero de verdad, en los hechos, y no como una declaración en una de las muchas entrevistas concedidas. En cada partido, esa es la imagen que más se repite del DT y debe ser el que más sonríe en la banca y utiliza el clásico gesto con ambas manos llamando a la tranquilidad. ¡Fantástico!
Lo segundo tiene que ver con un asunto más importante: el vínculo socioafectivo con el plantel. Cumple un rol trascendental, el técnico tiene que tener llegada con los jugadores, como se ha dicho siempre. La labor central de un DT consiste en dotar al equipo de una forma de juego y que una de las consecuencias de esa fórmula sean también los resultados esperados. En Colo Colo, la U y la UC, salir campeones, y en Ñublense y el resto, estar en los primeros lugares y acceder a una copa internacional. Se trata de convencer, de impulsar a una acción, y si el tipo está en línea con los jugadores -por su manejo, trato, consideración y respeto- la posibilidad de que las cosas fluyan es mayor. No lo garantiza, pero las probabilidades claramente son altas.
Como las habilidades blandas son una temática que de a poco irrumpe en el fútbol chileno, tampoco hay que confundirse. No tiene que ver con que cada entrenador, en el ejercicio de su gestión, tenga mano blanda. Tal vez, en el pasado pudo ser así. Claro, era el DT con llegada en los jugadores, pero sin personalidad para conducir e imponer las decisiones. En Ñublense, no cabe ninguna duda de que detrás del funcionamiento está la labor de García. Existen patrones de conductas repetidos tanto en ataque como en defensa y si hay un conjunto que juega a algo, ése es el elenco chillanejo. Un buen equipo no se construye solo con adecuadas tareas de entrenamiento, también pesan mucho las habilidades del DT para sintonizar con el plantel y el entorno.