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Una noche nefasta

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Fue el propio Maximiliano Falcón quien utilizó la expresión en la antesala de la definición con Internacional de Porto Alegre. En el aeropuerto de Santiago, y a minutos de viajar a Brasil, el uruguayo aseguró que “sería nefasto” perder la clasificación en la Copa Sudamericana, luego del triunfo por 2-0 en el Monumental. Ese día de la semana pasada, los albos fueron completamente superiores. Incluso pudieron agregar un tanto más al resultado final, por situaciones de finalización generadas y también debido a su hegemonía en la elaboración de juego. Sabían que enfrente tendrían un rival de peligro, que de local varía absolutamente su desempeño, pero la fe en el plantel estaba intacta.

Al final, pasó lo que podía suceder, pero nadie esperaba. Con un clima salvaje en el estadio Beira-Río, que consolida la antigua tesis de que los partidos también se ganan fuera de la cancha en Sudamérica, Colo Colo fue superado esta vez sin apelación por los brasileños. De entrada, el cuadro local dejó en claro que haría todo lo posible -incluso recurrentemente echarle el público encima al equipo arbitral- para revertir la desventaja en el marcador global. ¿Llegará algún día en que los partidos en las copas internacionales en el continente se disputen con un ambiente propiciado por los protagonistas que fomente el fluir del fútbol? ¡Basta de trampas, artilugios, avivadas, coacciones e intimidaciones! Por algo, para la teleaudencia mundial, la Libertadores y la Sudamericana no existen al lado de los mejores torneos de clubes del mundo que se disputan en Europa.

El comienzo de Colo Colo fue el esperado. No solo por la apertura de la cuenta, gracias al penal convertido por Gabriel Costa. También porque la postura de los chilenos daba el ancho ante un ambiente hostil y frente a un equipo muy distinto, en su accionar, a lo mostrado en Santiago. Los albos se mantuvieron adelante en el terreno de juego, el bloque de presión era espeso y agresivo y, en la fase ofensiva, el balón circulaba con continuidad y cerca del área penal oponente. Además, en ataque lo de Internacional eran solo ínfulas, jamás ponía en peligro el arco custodiado por Brayan Cortés.

La primera alerta de lo que vendría después fue una excelente achique precisamente del arquero. Carlos de Pena apareció solo por la derecha y Cortés, con velocidad y utilización total de su volumen corporal, bloqueó el intento de finalización del uruguayo. Ahí, el partido hizo un clic. Los brasileños constaron que, no haciendo mucho, efectivamente podían complicar al Cacique. Claro, porque sus acciones ofensivas no requirieron mayor elaboración, más bien fueron transiciones acotadas, aprovechando la disposición en amplitud de Colo Colo tras la pérdida del balón.

En cosa de minutos, Internacional se puso arriba en el marcador, cuando parecía que el panorama iba a estar mucho más difícil para llegar a anotar. De carambola marcaron: primero en un balón que Maximiliano Falcón ni Matías Zaldivia pudieron despejar y después gracias a un desvío accidental en el zaguero uruguayo que dejó solo a Edenilson para la finalización. No hubo limpieza ni fluidez en la generación previa de la maniobra, sí mucha jerarquía en el último contacto con el balón para dejar a Cortés con ninguna chance de oposición.

Los dos otros tantos, para el 4-1 final, estuvieron de más, considerando que el eje de la labor defensiva de un equipo es precisamente que no le metan goles. Como hablamos tanto de salir jugando, del ataque construido, de unir las tres líneas mediante la circulación del balón, puede parecer una tontera, pero se nos olvida que el objetivo atrás consiste esencialmente en que no te conviertan. Fueron dos desajustes imperdonables para esta instancia salvaje de la Sudamericana. Nadie marcó a Alemao ni le gritó a Vicente Pizarro que el ariete estaba solísimo fracciones de segundos antes de la ejecución del córner que significó el 3-1. Después, fue peor eso sí: al trío de centrales (Bruno Gutiérrez, Falcón y Zaldivia) lo pillaron totalmente ido en el control de los tres atacantes, por muy lejos en el campo contrario que estuviera el balón y el foco del juego. Pedro Henrique progresó libre en conducción y finalizó como lo hacen los brasileños.

Claro, podemos echarle toda la culpa a Gustavo Quinteros. ¡Cómo se le ocurrió defender con tres zagueros ante igual número de atacantes! La variante táctica resultó arriesgada. La idea fue convertir a Óscar Opazo y Gabriel Suazo en laterales-volantes para sumarse al ataque, “abriendo” la cancha, en compañía de Marcos Bolados y Juan Martín Lucero. No le quedaba otra al DT, debía asumir ese riesgo no más. Esperaba seguramente que los tres de atrás no perdieran la aplicación y que tuvieran siempre en su campo visual al trío ofensivo oponente para la reacción defensiva apropiada y veloz. No ocurrió así, fue una noche nefasta.