La Segunda División desea pasar del anonimato a la luz
Es el principal objetivo del grupo de 13 que por cuatro años ha sobrevivido a exigencias de primera, pero con recursos de segunda. Ya tuvieron un primer encuentro con Arturo Salah.
En noviembre, la Segunda División Profesional cumplió cuatro años. De forma unánime, ese 2011 el Consejo de Presidentes aprobó su creación. La figura se elevaba como un colchón entre el profesionalismo y el fútbol amateur.
En un inicio se armó con equipos filiales y otros que cumplieran con el cuaderno de cargos. El precio por anotarse allí rondaba los 300 millones de pesos, una cifra que marginó a varios y que obligó a llenar el resto de los cupos con equipos filiales. Luego, su conformación varió. Se eliminaron las filiales. Hoy son 13 clubes que luchan por ascender a Primera B.
Varios de ellos hablan -bajo la mesa- que la Segunda División “nació sucia”. Sergio Jadue asumió su primer periodo como presidente de la ANFP el 2011. Ese año, Copiapó debía bajar a Tercera. La teoría que varios apuntan es que Felipe Muñoz, dueño de Copiapó, habría presionado con quebrar a los clubes a los que les prestaba dinero (mediante factoring) si Jadue no lo ayudaba a mantenerse en el profesionalismo. Cuentan que el entonces presidente de la ANFP se habría aprovechado de un vacío reglamentario que decía que el campeón de la Tercera División ascendía a la Segunda (y no a primera B) para engendrar esta nueva serie.
Antes de 2011, ganar esa lucha (en ese entonces de Tercera a Primera B) costaba 20 millones de pesos. Dicho pago que valía como una cuota de incorporación, mutó en 2011. Ese año el precio por entrar al profesionalismo puro se elevó a $1.200 millones. “Es el único torneo donde se castiga al que gana y se premia al que baja. Hay un incentivo perverso porque el sistema corre a potenciales accionistas”, explica Jorge Salazar, presidente de Colchagua. El premio al que alude son los $600.000.000 que recibe el club que pierde la categoría y cae a Segunda División.
Desde que se cambió la norma, Iberia y Puerto Montt ganaron en cancha su derecho a llegar al profesionalismo, por ende, a pagar los mil doscientos millones de pesos. En Quilín no hay certeza que esos pagos se hayan ejecutado. Y en el actual escenario económico de la ANFP, ese y otros dineros se extrañan. Salazar dice hacer eco de informaciones de prensa: “Iberia no ha pagado”. Al menos, hasta el último consejo de presidentes celebrado el 4 de febrero ni Iberia ni Puerto Montt habían cancelado el monto que les corresponde. Y por esa razón, varios presentaron una solicitud formal a la ANFP exigiendo el descenso automático del club de Los Ángeles.
Hace un par de semanas, una comisión formada por Linares, La Pintana, Valdivia, Colchagua, Santa Cruz y Ovalle lograron reunirse con Arturo Salah. Es la primera cita que conciertan en sus cuatro años de existencia. “Sergio Jadue nunca nos recibió”, reclaman.
“(Arturo) Salah quedó impávido cuando nos oyó decir que ese monto era real”, cuenta el mandamás de La Pintana. La suma se refiere a los más de mil millones de pesos. La comisión de Segunda División llevó una solución: Rebajar la cuota. Esa y otras alternativas las plantearán por escrito en un próximo encuentro. “Tenemos que revisarlo. No es un tema prioritario, pero coincidimos en que hay que darle una estructura. Podríamos ver la forma de implementar un sistema de licencias de clubes como en Europa para permitir el paso de una división a otra más que exigir un pago millonario”, comentan de antemano en la casa del fútbol.
“No nos dijeron a nada que no, eso es una muy buena señal”, expresa el representante de Colchagua. La contraparte quedó con varias tareas. Por lo pronto, la ANFP se comprometió a analizar la posibilidad de tener representantes de esa división como oyentes en los consejos de presidentes, a buscar sponsors para Segunda, a ver si pueden participar en la redacción de las bases, a ver la chance de televisar de forma diferida algún compromiso por el Canal Del Fútbol, a buscar un cupo en Copa Chile y a otras peticiones.
“Hasta hoy lo único que recibimos de la ANFP son los árbitros y tres pelotas cuando jugamos de local”, comenta Rubén Soza. Walter Freire, el segundo al mando de Linares, dice que “somos como el hermano adoptado, no tenemos derecho a nada”. Algo que comparte el vocero de La Pintana: “Actualmente tenemos deberes, pero no tenemos derechos”. Esos reclamos no son pataletas al aire. En la práctica, se les torna complejo cumplir semana a semana con las mismas exigencias de seguridad que la autoridad le pide a un partido entre Colo Colo y Cobresal en el Estadio Monumental.
Marcelo González, presidente de Linares desde noviembre, dice que “como un colectivo buscamos ser una mano amiga de la ANFP, queremos que esta división se fortalezca en pro del fútbol chileno”.