Beccacece no es el primero
Yo no deseo ni pido la cesantía de nadie. No soy quién para hacerlo. Pese a que algunos dirigentes de clubes grandes, como Jorge Vergara y Peter Dragicevic, solicitaron más de alguna vez mi despido (petición que mis jefes no pescaron), yo no pediré la salida de un técnico. No es mi tarea. No me corresponde. Alguna vez, afiebrado en mi condición de hincha fanático, pedí públicamente la salida de Pablo Abraham cuando dirigía a Curicó Unido y me arrepentí. Tuve que ofrecer disculpas públicas y privadas al DT trasandino.
Al grano. No pediré desde ninguna tribuna la salida de Sebastián Beccacece. Uno puede analizar los datos, interpretar hechos, repasar la historia, poner un contexto donde a veces abunda la fiebre. Charly García lo dijo, cerca de la revolución el pueblo pide sangre. A veces hay que poner la pelota en el piso.
La U no juega bien. Hace rato. En este torneo. En el anterior. En el anterior a ese. Con este técnico no juega bien. Y en el último período del anterior, Martín Lasarte, tampoco.
Todo indica que Sebastián Beccacece se aferra a un contrato. Se entiende, pero para un entrenador que recién comienza su carrera quizás esa no sea buena estrategia. El daño posterior puede ser mayor al de un despido antes de tiempo.
La historia está llena de casos de grandes entrenadores que no arrancaron su carrera con el pie derecho.
En la misma Universidad de Chile. Manuel Pellegrini debutó como técnico descendiendo con los azules por primera y única vez en su historia. El Ingeniero supo mantenerse, seguir, creer en una idea hasta convertirse en el DT más reconocido del país en todo el mundo, con pasos exitosos en Ecuador, Argentina, España e Inglaterra.
Alex Ferguson dirigió al Aberdeen de su tierra natal, Escocia. Fue técnico de su selección en México 86. Fracasó en ese torneo. Y cuando llegó al Manchester United peleó el descenso en su primer torneo. En sus primeras cuatro temporadas no ganó nada. Pero armó un equipo y convirtió a los Diablos Rojos en una verdadera leyenda.
Las dos primeras experiencias de José Mourinho superaron apenas el promedio. En el Benfica logró un 54% de rendimiento. Poco para un gigante de Portugal. En el Leiria, se segundo club, apenas un 45%. Lo echaron. Se fue al Porto y ganó todo, Champions incluida.
Luis Enrique era técnico en las inferiores del Barcelona cuando fue contactado por la Roma. Su paso en el cuadro italiano fue un desastre total. No terminó siquiera la primera temporada. Se fue al Celta, con una campaña apenas aceptable. Pero como en el cuadro azulgrana lo conocían, como había sido jugador y entrenador de las inferiores, le confiaron el equipo. Y lo ganó todo.
El actual técnico de la selección chilena, Juan Antonio Pizzi, tuvo un comienzo demoledor. En Colón de Santa Fe no ganó ningún partido. Ninguno. En Universidad de San Martín de Perú hizo una discreta campaña. Cuando lo contrató Santiago Morning estaba a un paso del retiro. Hace pocos meses fue campeón de América con la Roja. Supo ser campeón en clubes de Chile y Argentina.
Si la razón de Sebastián Beccacece para mantenerse en el cargo de la U es no querer fracasar en su primera incursión, bueno sería aclarar que no sería el primero. Si de verdad tiene pasta, si de verdad tiene convicciones, si de verdad cree en su trabajo, un fracaso lo puede fortalecer. Si no tiene condiciones, sería otra historia. Ejemplos a la vista.