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R. Hernández

¡INJUSTICIA!

El paisaje futbolero tiene particularidades muy especiales. Podrán pasar los años, pero las historias se repiten.

El paisaje futbolero tiene particularidades muy especiales. Podrán pasar los años, pero las historias se repiten. Cambian los protagonistas, las coyunturas, las realidades, todo va mutando con el paso del tiempo, salvo ciertos fenómenos inherentes a este deporte como la simulación.

No aprendemos. Quién podría olvidar que gracias a los piscinazos de Francisco Rojas en el Mundial de Francia 98 fuimos el epítome del arte de fingir penales. En otras palabras, un ejemplo a nivel mundial de la trampa, la avivada en el mal concepto del término. La Fifa consagró a Murci como el ícono de lo que no hay que hacer en un campo de juego, las antípodas del fair play que por aquellos años empezaba a difundirse en todo el planeta.

No escarmentamos. Y seguimos escuchando de los propios jugadores decir que constituyen el “estamento más noble” en el mundo del fútbol. En algún sentido puede ser. Cuando tienen que pasar pellejerías en clubes que no les pagan a fin de mes, los obligan a firmar planillas sin haber recibido un peso o vivir en pensiones o casas precarias bajo condiciones no acordes a un deportista de alto rendimiento. Sucede. Pero cuando en un partido algunos jugadores caen fulminados producto de un leve roce queriendo engañar al árbitro y perjudicar al rival para que el colega sea amonestado o derechamente expulsado no sé si estemos en presencia del “estamento más noble”.

La fecha de castigo que el tribunal de penas le dio al jugador de O’Higgins Larry Valenzuela por simular la infracción que le significó a Nicolás Berardo de Unión Española ser expulsado marca un precedente. Nada justifica que después a Berardo se le haya salido la cadena y empujado al árbitro Carlos Rumiano. Le dieron cuatro fechas y la sacó barata. Pero el origen de este efecto dominó fue la cinematográfica simulación de Valenzuela.

Sorprende que una vez enterado de la suspensión, Valenzuela escribiera en su cuenta de twitter “qué lata ser sancionado 1 partido por estas cosas. Ahora no podré jugar. Veremos si castigan a todos por simular una falta. INJUSTICIA”, sí, remata con mayúsculas.

¿Opinaría igual el volante celeste si el caso hubiera sido el revés y tuviera que purgar cuatro fechas de castigo por empujar al árbitro? ¿Y si producto de una simulación le cobraran un penal en contra y su equipo perdiera un clásico, un título o una llave de Copa Libertadores? Señor Valenzuela, la fecha de castigo está perfecta.

De poco servirá este episodio si es que la sanción se aplica sólo cuando haya un árbitro agredido. Para generar un cambio cultural y que el fair play no se limite a la banderita amarilla hay que darle continuidad a medidas como ésta. Así muchos jugadores lo pensarán dos veces antes de tirarse o caer desplomado en una pelota dividida.