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Por mucho que Marcelo Díaz y Mauricio Pinilla estrilaran en sus cuentas de Twitter contra el árbitro Jorge Osorio, la derrota de la U en Macul fue inobjetable. Es cierto, Christian Vílches debió ser expulsado por el cabezazo a Pato Rubio, pero en lugar de dos amarillas, Osorio podría haber mandado a las duchas a ambos y nadie hubiera dicho nada. El juez, que es un tipo que se caracteriza por dejar jugar, optó por manejar el partido y lo hizo minimizando el incidente ya descrito. Si el partido hubiera pasado por el arbitraje, Lasarte se hubiese quejado, pero admitió con hidalguía que “la U jugó mal y fue superada en el segundo tiempo”. Herrera, en cambio, cuestionó a Osorio, pero sabemos que Johnny es un provocador y sus declaraciones hay que tomarlas con pinzas.

La U dejó escapar una oportunidad única para adelantar la vuelta olímpica. No en lo numérico, pero sí en términos deportivos. Si el equipo de Lasarte ganaba en el Monumental, el campeonato era suyo. A los azules les faltó audacia, ideas, aplomo. El puntero, el equipo que hasta el mediodía le llevaba cinco puntos de ventaja a Colo Colo, no podía depender de pelotazos largos para que Canales pivoteara el balón y Rubio y Ubilla lucharan la segunda pelota. Faltó Espinoza, sí. Pero también faltó generar fútbol en la zona media. Y ahí ganó Colo Colo. Tapia prevaleció sobre Lasarte en el tablero.

Que la U se juramente ahora que para ser campeón debe ganar las seis finales que quedan es un discurso coherente. Pero qué distinto hubiera sido si hoy no se iba con las manos vacías. La primera final era hoy y la U jugó como si los 13 años sin ganar en el Monumental fueran una mochila demasiado pesada. Terminar con nueve jugadores no es sinónimo de poner huevos. Es falta de inteligencia emocional. Cuando en los clásicos quedas en inferioridad numérica normalmente terminas perdiendo, salvo contadas excepciones.

Colo Colo tuvo justo premio a su búsqueda incesante. A veces cansina, a veces lateralizada, pero siempre con el arco contrario entre ceja y ceja. Con la sociedad Valdés–Vecchio en acción y Paredes enganchado, la promesa de gol es permanente. El goleador del Cacique es un jugador distinto. Parece lento, pero no lo es. Parece que no participa tanto del juego, pero libera espacios como pocos. Y cuando tiene una opción clara, la encaja. No le tiembla el botín.

El campeonato se puso lindo. Wanderers, en silencio, aporta lo suyo con un campañón que lo tiene tercero a sólo tres puntos de la U. El equipo de Lasarte sigue siendo el máximo favorito, pero ahora debe mirar de reojo a un Colo Colo que atropella con todas sus luces. El superclásico 176 pudo ser recordado como aquel que rompió el maleficio de la U y le dio el título. Pero no, hoy tiene a todos sacando cuentas y mirando el fixture. Mérito de Colo Colo. Pecado azul.