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Se puso buena la cosa

Es cierto que la sequía de 25 años sin títulos forjó la enorme pasión e incondicionalidad de los hinchas de Universidad de Chile. Pero verlos sufrir, en los minutos finales contra Palestino, resulta inexplicable. Más aún si hasta hace siete días tenían cinco puntos de ventaja sobre el segundo y eran indiscutidamente el mejor equipo del torneo.

La razón es simple. El resultado del Superclásico modificó el escenario del torneo. Y lo cambió para mejor, porque la lucha se perfila apasionante. Agregó a Santiago Wanderers al reparto protagónico.

Los porteños de inmediato le colocaron presión a los dos grandes. Los obligó a tener que ganar y eso se notó. Ni albos ni azules brillaron. Fueron pragmáticos y el objetivo ahora es sólo sumar. Los lirismos se postergan para otro momento.

Los de Martín Lasarte no la tenían fácil: venían de la caída con el archirrival, no tenían a sus dos mejores jugadores, Gustavo Canales y Gonzalo Espinoza, y sus defensores centrales titulares estaban suspendidos. Al estar diezmados, de Palestino hablaban en la previa casi como si fuera el Real Madrid. El triunfo objetivamente no estuvo en discusión, pero había aroma a fatalidad en el Estadio Nacional.

Colo Colo se encontró en Valparaíso con un rival que salió a proponer. Unión La Calera los sorprendió y, con mejores finiquitadores, los cementeros pudieron arruinarle la fiesta a Tito Tapia y compañía. Los albos demostraron categoría para superar el escollo, pero no les fue fácil.

Pese al terror sufrido, los azules siguen en la cima de la tabla, a dos puntos del archirrival y a tres de los Caturros. Este thriller se define por un tropiezo.