Hace dos meses supe que no podría ver en vivo y en directo el clásico universitario: el Tolo, sobrino regalón, decidió casarse el 1 de noviembre de 2014 a la una de la tarde y festejarlo con un almuerzo campestre en Linderos al que invitó a sus afectos más cercanos, entre los que tuve el privilegio de ser incluido. El Tolo, el mismo sobrino regalón al que una vez metimos a la cancha del Nacional hace veinte años antes de un partido de la U para que se sacara fotos con sus ídolos de entonces, Superman Vargas, el Huevo Valencia, Raúl Aredes, el Matador Salas, me aseguró que el equipo no nos defraudaría y que no ir al estadio funcionaría esta vez como cábala, igual que cuando se casó mi cuñada el 95 y la U necesitaba esa noche sacar un resultado con la Católica para mantenerse en la punta y obtener pocas semanas después el bicampeonato. Fue una noche feliz: empatamos a cero, mantuvimos la ventaja y finalmente levantamos la Copa.