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TENIS CHILENO

La "maldición" y el último renacer de Julio Peralta

Con 33 años, el tenista ganó la semana pasada su primer título desde 2008, sumando así un nuevo capítulo a su increíble historia.

Actualizado a
Julio Peralta llegó a ser 212 del Mundo en el 2003.
Julio PeraltaPhotosport

Julio Peralta sorprendió la semana pasada ganando en el F30 de Estados Unidos, su octavo título profesional. Lo hizo con 33 años, sin tener ranking ATP y a seis años de su último trofeo. ¿Qué fue de él en todo este tiempo? Se retiró, volvió a jugar y se retiró nuevamente. Se instaló en Estados Unidos. Estudió, se convirtió en entrenador y comenzó a trabajar junto Horacio Matta en un centro de formación que abrirá en tres meses más en California.

En medio de esa rutina, "juega cuando puede", dice a AS Chile desde Estados Unidos.

¿Qué se siente ganar después de tanto tiempo?

Fue muy gratificante. Bastante difícil por el sólo hecho de la cantidad de partidos que había que jugar. Para entrar al cuadro se necesitan ganar cuatro partidos. Luego cinco más. Fue de mucho desgaste. Sin jugar hace tiempo cuesta aún más. Fue bastante bueno lo que hice.

¿Te sorprendió?

No.

A finales de la década del noventa, Peralta (1981) era uno de los secretos mejor guardados del tenis chileno. Su nombre no aparecía entre las grandes promesas, pero todo aquel que lo veía quedaba encantado con su juego. "Tenía un tenis un poco distinto, bastante ligero, simple. Tampoco requería tanto esfuerzo físico. Eso llamaba la atención. Por eso la gente hablaba que tenía la facilidad para haber llegado alto", recuerda.

Desde su etapa como juvenil en el programa Campeones para Chile marcó diferencia. Se le hacía fácil las destrezas que a otros -la mayoría- le costaba mucho ejecutar y todos coincidían que el paso a los grandes escenarios era cosa de tiempo.

Sin embargo, desde su primera temporada en el 2000 su cuerpo también le empezó a entregar otras señales. "Me comencé a lesionar seguido. Era un poco frustrante. No me dejaron competir durante períodos largos y eso termina afectando tu confianza. Era como una maldición", recuerda.

En sus primeros cuatro años como profesional no pudo jugar más de 14 meses. Entre medio sufrió una pubalgia, una fractura de vértebra lumbar, una hepatitis y una grave fractura en el hombro (septiembre del 2003), que lo obligó a operarse cuando recién había alcanzado el lugar 212° de la ATP, su mejor clasificación.

Recién pudo volver en marzo del 2004. Era la historia de siempre: tendría que comenzar desde cero. "Siempre tuve que parar cuando estaba jugando bien, tomando ritmo. No podía defender los puntos y bajaba. No recuerdo haber jugado tres meses seguidos. Las lesiones te van matando las ganas, sobre todo si son graves", confiesa.

Cuando regresó nuevamente, Peralta estaba pensando seriamente en el retiro y una extraña periostitis en la tibia terminaría por convencerlo a finales del 2004. Con 23 años el chileno dejaba atrás una corta carrera con cuatro títulos Futuros, uno Challenger y victorias ante jugadores como Dominic Hrbaty, como la muestra de un futuro que pudo ser.

"Perdí las ganas. Por nivel no pasó el tema, sino que por el físico" dice Peralta, "Ahí creía que los resultados iban a llegar solos pero al final nunca podía tomar ritmo", agrega.

En 2005 entró a estudiar Ingeniería Cívil. Lo dejaría a mitad de año. Las ganas por volver pudieron más. En 2006, Fernando González lo invitó a su pretemporada en Viña del Mar. En esos primeros entrenamientos el técnico estadounidense Larry Stefansky no entendía como un jugador con ese nivel no fuese profesional.

"Siempre tuvimos una muy buena relación en general con Fernando y Nicolás. También recuerdo una Copa Davis en México en la que estuve antes y después de la Copa del Mundo en Düsseldorf en 2007 que me invitaron.

Meses antes de este torneo, Peralta recibió otro espaldarazo. Esta vez de parte del capitán de Copa Davis Hans Gildemeister, quien lo invitó como quinto jugador para la serie ante Rusia, pese a no tener ranking: su juego se parecía mucho al de Marat Safín.

Peralta lo intentaría nuevamente en el circuito, pero la historia sería la repetición de lo que había vivido antes. De su primera etapa. A finales del 2008 se retiró por segunda vez y de forma definitiva. Lo haría ganando en Chile los dos últimos Futuros que disputó.

Desde ahí sus apariciones se convirtieron en esporádicas. Se instaló en Estados Unidos y los veranos en Europa para disputar Interclubes. En medio de esos viajes, cuando podía, volvía a probarse a sí mismo.

Lo haría en 2011 jugando un Challenger en Braunschweig sin ranking, venciendo a David Goffin y llegando hasta octavos de final. Aparecería avanzando rondas en la qualy del ATP 250 de Gstaad, y sorprendería ganando hace unos días nueve partidos consecutivos ante jugadores mejores rankeados que él y abriendo una nueva puerta en su carrera.

¿Qué es lo que te motiva a volver siempre?
Es el gusto por la competencia

¿Y las lesiones cómo te afectan ahora?
Llevo tanto tiempo fuera del circuito, que las lesiones graves ya no se sienten.

¿Cuál es tu autocrítica en ese ámbito? Te faltó cuidarte más a ti también
Sí. No me daba cuenta de que el físico era importante. Cuando me di cuenta ya tenía problemas, el tiempo perdido ya no lo podía recuperar.  

¿Y ahora te gustaría volver a jugar a nivel ATP?
De todas maneras podría jugar a nivel ATP. No tengo limites, si me siento bien, tengo ganas, obviamente voy a jugar. Aunque creo que jugaré más dobles porque hay menos esfuerzo físico.

¿Qué te faltó por cumplir?
Los sueños pasan por llegar alto, ganar torneos, jugar un Grand Slam, Ser Top 100. No pude jugar mucho y siento que correspondía a ese nivel. Que de haber jugado más lo habría logrado.