Aterrizaje forzoso

"Sabíamos que era difícil jugarle a Chile. Y veníamos a ver cómo lo hacíamos", dijo Oscar Washington Tabárez. El Maestro regresa a Montevideo con mucho más de lo que vino a buscar: un 2-1 sobre la Roja y que le permite romper una sequía de 13 años sin festejar por estos lados con la celeste. Y lo hizo sólo con solo cuatro llegadas al arco de Claudio Bravo.

Aparte de eso le sacó más brillo a dos de sus estrellas, Diego Godín -¡qué pedazo de defensa!- y el eficiente Diego Rolán, quienes eclipsaron el vértigo y dinámica del equipo de Jorge Sampaoli.

La Roja nuevamente fue protagonista. Tuvo la pelota la mayor parte del tiempo, visitó más veces al portero rival, pero no concretó. Y la solución no parece ser la que da la barra cuando canta el "Tetereterete" o cómo se llame la cancioncita aquella.

"Uruguay aprovechó lo que tuvo", dijo Sampaoli. Efectivamente, así fue. Y luego agregó que "no siempre gana el mejor". Obvio. Pero el mejor, al menos en este juego, es el que convierte en el arco de enfrente. Porque salvo en el boxeo, la gimnasia y los saltos ornamentales, donde existen jueces que califican merecimientos, el resto de los deportes se define por contundencia.

Quizás los rivales de Chile ya le conocen el libreto. O tal vez el vértigo ya no les asombra. Habría que tomar en cuenta eso. El punto es que cualquiera que venga a arroparse, aguante el cero y la emboque, puede dejar a Chile fuera de la Copa América o quitarle puntos valiosísimos en una eliminatoria mundialista. Aunque tenga los mayores merecimientos del universo.

Para tomarlo en cuenta.