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Hernández

Don Sampa y su Librito

Mucha alharaca ha habido en estas horas por la derrota ante Uruguay en el estadio Monumental. Es cierto, a nadie le gusta perder, el rival, que está en un proceso de recambio, venía empatar con Costa Rica y la roja de vapulear a Venezuela con Alexis en espléndida forma, pero pareciera que haber caído con la celeste es poco menos que un acabo de mundo.

No se trata de simplificar el análisis ni dejar de ver cosas evidentes, pero lo primero que hay que decir es que Chile cerró un buen año: de 14 partidos, ganó 8, empató 3 y perdió 3 (con Alemania, Holanda y Uruguay). Estamos hablando de más de un 64% de rendimiento y derrotas en las que el equipo no fue superado futbolísticamente. La memoria es frágil, pero al futuro campeón del mundo la roja le pegó un baile en Stuttgart y el pecado fue no anotar, al menos, una de las 8 clarísimas ocasiones de gol que se creó. Con Holanda en el Mundial perdimos de contra y tuvimos la pelota dos tercios del partido. Y este martes ante Uruguay el resultado bien pudo ser favorable si entraba esa vaselina de Orellana o Marcelo Díaz embocaba el rebote.

El problema es que estamos engolosinados y lo queremos todo como si tuviéramos una gran historia detrás. Nos pasamos mirando el ombligo y creyendo que los demás son de palo. Las redes sociales ardieron tras el partido matando a Pinilla y dejando como membrillo colegial a Sampaoli por su falta de flexibilidad, demora en hacer los cambios y resistencia a probar nuevas fórmulas. Quienes opinan están en todo su derecho, pero no olviden que don Sampa y su librito nos tiene jugando en las grandes ligas y compitiendo mano a mano con los que otrora nos pasaban por arriba o le peleábamos colgados del travesaño.

¿Cuánto incide en este clima de exitismo el discurso ganador de los propios futbolistas? Mucho, pero prefiero que los jugadores se la crean, vayan para adelante, se enojen y enrostren los errores como Alexis y Medel. Significa que les duele perder y temen no ser capaces de lograr los objetivos que han propuesto como ganar la Copa América.

No critico a quienes cuestionan al DT de la roja. Es natural que la gente opine de fútbol y propio de los tiempos que corren que algunos se pasen de rosca. Deseable sería que el debate fuera con altura, pero cómo diablos garantizarlo. Sí defiendo la facultad del periodismo y sus analistas de hacer las preguntas molestas como aquellas derivadas de la controversia de los premios y el recambio que incomodaron a Sampaoli. Es ejercicio habitual ir más allá del confort de los protagonistas. Probablemente, si los perjudicados por la repartición original de los premios no hubiesen reclamado por los medios no habrían logrado dar vuelta el partido.

En ese contexto, claro que es válido preguntarse hoy por qué Sebastián Vidal o Eric Pulgar no son llamados si hay carencia de zagueros centrales o por qué Matías Fernández no es convocado si está teniendo continuidad en la Fiorentina o qué pasa que Angelo Henríquez figura intermitentemente en las listas. Todas son dudas coherentes, cargadas de sentido futbolístico, inherentes a un proceso que apunta a la Copa América y clasificar a un tercer mundial consecutivo.

No soy incondicional de Sampaoli. Tampoco autocomplaciente con lo que se ha logrado. Pero le doy crédito en la búsqueda de soluciones. Me resisto a creer, por ejemplo, que el técnico de Chile no esté consciente que necesita reforzar atrás. A Gato Silva lo tiene a mano y sabe lo que puede rendir, a Enzo Roco ya probó y a Igor Lichnovsky lo tasó frente a Venezuela. Si algo se le puede reprochar, al técnico argentino es que las oportunidades para los más jóvenes y, en general, para los que están fuera del selecto grupo de los 14 jugadores que hicieron la fuerza en el mundial, escasean. Pedro Pablo Hernández, es un ejemplo, siempre está, pero juega poco.

Si el cuerpo técnico pensó en Zarate o Ulloa para reforzar el ataque es porque cree que Henríquez y Castillo están en ligas secundarias en Europa. No porque desconfié de sus capacidades o piense que está cubierto con Orellana, Canales o el mismo Hernández. Sampaoli trabaja, ve videos, tiene informantes por todos lados.

A esta altura, el libro de don Sampa está clarito. Mientras menos mueva el equipo, mejor. Sus jugadores de primera línea son los once que entran a la cancha y, como mucho, tres o cuatro más. El resto debe ganárselo en la cancha y él está en esa construcción, buscando un universo más amplio. Si con esta ecuación le alcanza para llegar lejos en la Copa América, sólo el tiempo lo dirá. Yo, al menos, respeto sus formas y creo con convicción que tenemos un equipo altamente competitivo.