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Abrí en la mañana el suplemento de deportes de El Mercurio y no me gustó nada leer esa crónica en la que hablan de las impresionantes diferencias entre la U y Barnechea: la composición del plantel, el presupuesto que manejan y hasta el currículum de sus técnicos, Machete Lasarte y Francisco Bozán, como si el partido de mañana se jugara con el peso de la camiseta y la historia.

Está bien: la U es favorita porque está a tres partidos de coronarse campeón, y si gana los tres encuentros no tiene que pedirle permiso a nadie para levantar la copa, lo que es una ventaja significativa, considerando además que en la última fecha sus competidores, Colo-Colo y Wanderers, se enfrentan entre sí en Playa Ancha. Pero la obligación de ganar, que es la misma que tendrán Wanderers contra Ñublense y Colo-Colo contra la Católica, es un peso que hay que saber sortear en la cancha, y Barnechea viene mostrando en el último tramo del campeonato que es un equipo odioso para sus rivales. De los últimos 12 puntos, Barnechea sacó 10. Le ganó a Católica y le ganó a Unión. Corre muchísimo, atosiga, y si logra mantener su portería en cero todo el primer tiempo, la U puede terminar enredándose.

Acabo de renovar mi tarjeta de abonado azul, y debutaré en la puerta 10: media galería sur. Antes fui abonado de galería y después de Andes, pero mi asiento en Andes estaba demasiado cerca de un hincha neurótico y resentido que ocupaba buena parte de los noventa minutos en insultar a los jugadores sin contemplaciones. No lo soporté más. Me voy a un sector del estadio donde pueda liberar tensiones en compañía de hinchas sufrientes pero no resentidos, que ladren a veces pero no muerdan, y que al final del partido sepan reconocer el esfuerzo desplegado. No faltaron los amigotes que me metieron miedo: que el debut con la nueva tarjeta podía ser yeta. Que mejor me quedara en la casa y lo viera por televisión, tal como los vimos ganar a Cobreloa en Antofagasta. No puedo. Quiero ser parte de la corriente amorosa que este sábado llegue a Ñuñoa a brindarle un aplauso a la escuadra azul. Entrar por la puerta 10. La misma por la que entré la tarde en que descendimos a Segunda, cuando empatamos a dos con Cobresal un sábado de enero de 1989. Los fantasmas existen para ser espantados.