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Mouat

Flores de Bach

Hace veinte años, el doctor Kin, un hombre sabio y generoso, me recibió en su consulta y en alguna medida me salvó la vida. Apenas me tomó el pulso supo que estaba completamente estresado, me acostó en una camilla y me llenó de esas finas agujas con que se practica la acupuntura. Ese día aprendí que la medicina oriental le lleva unos siglos de ventaja a la occidental en su capacidad de diagnosticar rápidamente los males que uno acarrea, y también que había un doctor chino y colocolino capaz de sanarte y enseñarte tres o cuatro asuntos fundamentales para la vida.

No pude quitarle nunca lo colocolino a mi amigo, pero eso es un detalle si lo recortamos sobre lo que importa de verdad: este fin de semana veremos el fútbol desde trincheras opuestas y experimentaremos emociones completamente dispares. Yo quiero que Cobreloa haga el milagro de dañarlos, aunque no veo por dónde aquello pueda ocurrir, y por supuesto tengo miedo de que el pánico escénico que se apoderó de mi equipo en el Nacional contra Barnechea vuelva a aflorar en Chillán. Por supuesto que quiero creer que nos haremos dueños de la situación, que seremos maduros y profesionales y experimentados y todos esos adjetivos que les cuelgan a los jugadores cuando les pagan bien y tienen cartel, como si eso borrara de un plumazo lo otro: que también se los comen a veces los nervios y la ansiedad y las expectativas y el ambiente y lo que les dicen y eso que han venido soñando y todos nosotros hemos estado fabricando en imágenes desde que empezó este torneo.

Una buena pizarra, una buena charla técnica, claridad en los conceptos, seguridad de lo que hay que hacer y de lo que juega el rival, y Flores de Bach: Flores de Bach para el plantel, el cuerpo técnico y nosotros, los hinchas, que contra Ñublense sabemos que nos jugamos la opción de seguir soñando con la esperanza de una nueva estrella.