Terciopelo Azul
Para ser hincha de la U hay que tener un pacto con el sufrimiento. Una relación masoquista, inentendible para muchos, pero que genera orgullo y, aparentemente, un placer sublime.
Fueron 25 años sin ser campeones donde, más encima, hubo una temporada en segunda división. Dos décadas de aguantar burlas, humillaciones, desencantos y desesperanza. Pero en ese cuarto de siglo se forjó una devoción que no tiene ninguno de los otros equipos de este país.
Fue por eso que los 45 mil hinchas que llegaron ayer al Estadio Nacional sufrieron tal como los siete mil que una tarde de enero de 1989 estuvieron para el empate 2-2 contra Cobresal, que significó la caída a los potreros.
El sábado hubo más de 10 ocasiones claras entre Patricio Rubio y Gustavo Canales, 26 tiros en total a la portería del buen arquero Lucas Giovini.
Algunas de ellas eran imposibles de fallar. Eran para agarrarse la cabeza y pensar en que una fuerza sobrenatural estaba forzando una definición con Colo Colo. Y, estoy seguro, ninguno de los azules presentes habría querido tener que enfretar a los albos el martes.
A tres minutos del final, un centro que parecía intrascendente de Pepe Rojas, el más emblemático de los jugadores azules actuales junto con Johnny Herrera, dio en la mano de Mario Berríos.
Gustavo Canales, el que les hizo tres a la UC en la final del Apertura 2011, volvió a darle un título a la U. Sin la espectacularidad de hace tres años, anotó el gol que había que hacer. Y no era fácil.
El desahogo de los azules fue enorme, gigante.
La U es campeón. Merecidísimo, porque fue puntero desde la primera a la última fecha. Terminó sufriendo, como siempre, quizás pudiendo haberlo evitado.
Qué más da. Si no, no sería la U.