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Hernández

Bienvenido al Club

La primera semana de febrero de 2015 será un recuerdo que Nicolás Jarry (219°) atesorará toda su vida. Pese a caer en segunda ronda del ATP 250 de Quito –que reemplazó la fecha que Chile no pudo sostener por falta de financiamiento– su actuación en la arcilla del Club Jacaranda quedará archivada como su estreno absoluto en las ligas mayores. Ahí donde para entrar directo hay que estar aproximadamente entre los 130 mejores del mundo y jugar muy bien al tenis.

El bautismo de Jarry no llegó a través de un wild card, la vía más sencilla. Se lo ganó en la cancha, pasando la fase de clasificación y luego una ronda en el cuadro final. “El día más feliz de mi carrera como jugador”, escribió en su cuenta de twitter luego de vencer al local Gonzalo Escobar (309°) en la primera vuelta del main draw.

Su derrota este jueves ante el serbio Dusan Lajovic (80°) es parte del proceso. Lo que realmente importa es que otra vez se paró sin complejos ante un top 100 y fue competitivo. La diferencia radicó apenas en un quiebre de servicio en el tercer set (6-4, 3-6 y 6-3 en favor de Lajovic). No olvidemos que hace un año el nieto de Jaime Fillol estaba jugando futuros y figuraba debajo del lugar 800 del ranking ATP. Hoy es el número dos de Chile y debiera ser singlista titular en Copa Davis ante Perú en marzo.

Jarry, que hace pocas semanas llevó a tres set a Victor Troicki en la qualy del abierto de Sidney, se instalará el lunes venidero entre los 200 mejores del mundo consolidando un ranking que le permitirá acceder directo a todos los challengers del circuito y optar sin sobresaltos a las clasificaciones de Roland Garros, Wimbledon y US Open. Es más, si sigue avanzando en el escalafón mundial pronto será sembrado en los challengers y quedará a tiro de cañón para el que debiera ser su próximo gran objetivo: situarse entre los 150 primeros del ranking. Para lograrlo deberá sumar alrededor de 100 puntos lo que equivale a alcanzar dos finales en torneos de 40 mil dólares o tres semifinales en campeonatos de 75 mil verdes. Difícil, pero no imposible.

En Quito, Jarry aprovechó los 2.800 metros sobre el nivel del mar para sacar partido a su saque y juego ofensivo. Tal como en septiembre pasado cuando llegó a la final de un challenger ante Horacio Zeballos. ¿Conclusión? En altura sus virtudes se acrecientan y, de seguro, Martín Rodríguez, su coach, lo tendrá a la vista a la hora de armar el calendario. En Santiago, el estadio Palestino, sede de la Davis ante Perú, está aproximadamente a una altitud de 700 metros y la bola corre bastante más que a nivel de mar. Nico Massú, otro al que la capital ecuatoriana le sentaba muy bien –ganó ahí dos challengers– saca cuentas alegres.

De no mediar un mega imprevisto, Jarry será titular frente a los incaicos. Se lo ganó con creces. La pregunta es quién lo acompañará en los individuales. Podlipnik (177°) es el mejor rankeado y viene de ganarle al número uno de Perú, Duilio Beretta, pero tiene escasa experiencia copera. Lama (226°) y Garín (249°) hicieron un camino juntos en las últimas series, fueron titulares frente a Paraguay y han crecido en sus carreras desde aquel match. No será una decisión sencilla para Massú.

¿Hasta dónde pueden llegar Jarry y Garín? Qué difícil hacer una proyección sin equivocarse con largueza. Qué antes de los 20 años ambos estén dentro de los 250 mejores del mundo es una señal contundente de su enorme capacidad, pero no nos engañemos. El camino más duro está por venir. Obnubilados por la época dorada de Ríos, Massú y González nos olvidamos que antes estuvimos más de una década sin jugadores en el top 100 pese a los esfuerzos de Sergio Cortés y Gabriel Silberstein y más adelante de Adrián García y Hermes Gamonal quienes no consiguieron romper aquella simbólica barrera.

Jarry con su metro 98, saque feroz, juego de ataque y adaptabilidad a cualquier superficie está en la senda del éxito. Será top 100. Lo firmo. Igual que Garín, cuyo tenis moderno y mentalidad ganadora le harán llegar muy lejos. Lo dejo hasta ahí, porque vaticinar cuál será el techo de ambos es un ejercicio tan equívoco como innecesario en este momento. Para qué apurarlos, si tienen recién 19 y 18 años, respectivamente.

Si Massú alcanzó su peak a los 23 años, si González fue top ten a los 25, qué ganamos con apurar los procesos de Jarry, Garín y Lama. Los análisis deben ser fundamentados, con datos basados en experiencias equivalentes, no en el tincómetro.

Después de un enero sin grandes resultados para los mejores tenistas chilenos, el segundo mes del año comenzó con un hito imborrable en la carrera de Jarry. Esperemos sea el punto de partida de una gran temporada para quienes hoy por hoy mantienen encendida la llama del deporte más ganador de la historia de Chile.